23 abril, 2014

La otra revolución: del campo a la ciudad *


En las alturas de la Cuenca de Lurín, a dos horas y media de Lima, un grupo de pobladores viene realizando una revolución silenciosa, pacífica, del campo a la ciudad. Ellos vienen convirtiendo su pequeña agricultura rural, familiar, de subsistencia, en una agricultura rentable, competitiva y de mercado. El camino al cambio no ha empezado por obtener el título de propiedad de la tierra, ni por el crédito. Ni siquiera por la innovación agrícola –todo eso lo han hecho, además–, sino por el agua. Esta revolución en el campo empezó por aumentar la capacidad hídrica.

Los agricultores de la Mancomunidad Municipal de Lurín repararon que la tierra sin agua carece de valor. Es tierra abandonada. Nadie la trabaja. Su primera preocupación fue entonces obtener agua. O mejor dicho, retenerla, porque, como en todas las zonas altoandinas del país, entre diciembre y marzo vienen las lluvias. En esa temporada, se genera en Lurín cerca de 80 millones de m3 de agua. El 5% se utiliza para actividades agrícolas, ganaderas y consumo humano. El resto se va al mar.
A pulso, los comuneros de las zonas media y alta de la cuenca construyeron reservorios de mediana capacidad para retener esta agua. Usaron los vasos naturales de las laderas del macizo andino. Sólo en el distrito de Tupicocha construyeron 8 de estos reservorios que, en conjunto, represan un millón de m3 de agua. Los demás distritos siguen este ejemplo.
Retener y almacenar el agua fue el primer paso de esta revolución silenciosa. El siguiente fue modificar un patrón cultural, acentuado en nuestras comunidades andinas: el riego por inundación. No sin esfuerzo, desconfianza al comienzo y tras un proceso gradual de experimentación, introdujeron el riego por goteo. La nueva técnica les permitió dosificar el uso de agua de los reservorios y maximizar su eficiencia. Al mismo tiempo, aumentó la productividad del campo y generó el excedente necesario para acceder a mercados más grandes y competitivos.
Con agua y productividad, el tercer paso fue la asociatividad empresarial. Es un mito que el minifundio –la denominada agricultura familiar–, no puede ser rentable. Las zonas altoandinas del Perú están fraccionadas en unidades agrícolas menores de 2 hectáreas (Censo Nacional Agrario - 2013). Pero la pequeña y dispersa propiedad no está asociada a una distribución familiar de la tierra –como podría pensarse–, sino a lo que el etnohistoriador rumano, John Murra, llamó con propiedad “la economía vertical andina”, pequeñas parcelas articuladas y ubicadas en diferentes pisos ecológicos por razones de clima. Al sembrar de manera escalonada, a diferente altura, el campesino se protege de las pérdidas por heladas.
Esta fragmentación de la tierra observable en todo el ande no impide que se realice una agicultura competitiva para acceder a mercados mayores, a condición de que se asegure el agua. El problema fundamental en la Sierra es que la agricultura rural familiar depende del riego por secano, es decir, de la estación de lluvias. Si llueve hay siembra, si no, no. El 63,8% de la tierra cultivable en el Perú se riega bajo esta modalidad. La tierra que no se riega se queda sin trabajar. El Censo Nacional Agropecuario preguntó cuál era la razón por la que no se trabajaba la tierra. 48,8% respondió “por falta de agua”, mientras que 24% dijo “por falta de crédito”. El problema principal de la Sierra no es la tierra ni la propiedad, sino el agua.
Y este es el problema central que vienen resolviendo los agricultores de las partes media y alta de Lurín. El problema del agua. La agricultura familiar en el mundo es responsable del 56% de la producción de alimentos. En el Perú, este porcentaje sube a 70%. Promover e impulsar la agricultura familiar para que nuestras comunidades altoandinas se alimenten mejor –como ocurre con el Programa de Recuperación de Andenes– está muy bien, pero es mucho más estratégico vencer la pobreza saliendo del modelo de subsistencia.
El camino que vienen siguiendo los productores de la Cuenca de Lurín abre una ruta segura para superar la barrera de la subsistencia: construcción de represas altoandinas, riego tecnificado, productividad y mercado. El crédito viene con la confianza en estos factores precedentes. Un modelo que asegura la transformación de una agricultura rural familiar, en otra de producción y comercialización. Como remarcó el ex ministro de Agricultura, Carlos Amat y León, hace unos días al comentar esta experiencia monitoreada técnicamente por el Centro Global para el Desarrollo y la Democracia (CGDD): “Si estas represas se hubieran construido masivamente en la Sierra antes de los ochenta, Sendero Luminoso no habría existido”. He ahí el verdadero cambio, la revolución, para las poblaciones altoandinas. Del campo a la ciudad.

* Artículo de opinión publicado en el Diario La República, el 19 de abril de 2014.

18 abril, 2014

Peruanos en el exterior: se mantiene la subrepresentación política


La incorporación de los peruanos en el exterior al Congreso de la República a través de la elección de dos parlamentarios, no mejora la representación nacional.

Al contrario, la empeora.

Parece un contrasentido, pero los números indican que no lo es.

El proyecto aprobado en la Comisión de Constitución señala que los dos representantes de los peruanos en el exterior saldrán de la cuota correspondiente a Lima que de 36 congresistas pasa a 34.

Es decir, en lugar de sumar distritos electorales, se resta al mantener el número de congresistas en  130.

No aumentar el número total de representantes significa que a nivel nacional seguimos teniendo un congresista por cada 230 mil pobladores.

En el caso de los peruanos en el exterior la proporcionalidad indica 1 congresista por cada 1.5 millones de peruanos que viven fuera del país, ó 1 congresista por cada 350 mil peruanos que votan en el exterior.

La subrepresentación política es uno de los problemas que el Congreso no quiere asumir.

Con ocasión del debate sobre la bicameralidad, señalamos en un post anterior que 130 parlamentarios en las dos cámaras -como se proponía en aquel momento-, era un número menor del que tuvo el Congreso peruano en 1919 formado por 138 representantes.

En 1919, el Perú tenía una población de 4 millones 382 mil 400 habitantes y una tasa de crecimiento poblacional anual de 1,22%. Hoy el Perú multiplica esa población casi por 8 y tiene una tasa de crecimiento poblacional es aún más alta: 1.33%.

Es un contrasentido quitarle dos congresistas a Lima para dárselos a los peruanos en el exterior. Lo que se tiene que hacer es recuperar la proporcionalidad en la representación nacional y en ese caso, los peruanos en el exterior tendrían no menos de 5 representantes.

Otorgar 2 curules a 3 millones de compatriotas que viven fuera del país, quitando representación a un Congreso ya de por sí subrepresentado es un contrasentido.

En lugar de soluciones parche el Congreso debiera aprobar la bicameralidad y aumentar el número de congresistas aún cuando sea una medida impopular. No hacerlo sólo demuestra que seguimos arrastrando el lastre del autogolpe del 92 que arremetió contra las instituciones democráticas y arrinconó a los partidos políticos.


16 abril, 2014

Unión Civil: dos lados del mismo problema


LADO A:

Todos somos iguales ante la ley, reza el dicho. También ante los ojos de Dios, reza la Iglesia.

La ley es obra del hombre.

La religión -para quienes creen en Dios- es su palabra. Para los que no creen, es proyección del pensamiento humano.

De cualquier modo, el hombre, por inspiración divina o propia, es igual ante la ley y ante Dios.

No cabe, en consecuencia, discriminación alguna por razones políticas, económicas, sociales o religiosas.

Por juicios como este se abolió la esclavitud, el apertheid o los campos de concentración.

¿Puede mantenerse un grupo humano al margen de ciertos derechos civiles que rigen para otros? ¿Tienen las parejas homosexuales los mismos derechos que las parejas heterosexuales? ¿Deberían tenerlo?

La lucha por la Unión Civil es un derecho de minorías. En tanto seres humanos, tienen derecho a buscar su felicidad. El único requisito para ello es que su derecho no vulnere los derechos de otros.

La felicidad debiera ser el primero de todos los derechos. Para todos.


LADO B:

Las parejas del mismo sexo tienen derecho a la felicidad. Esa es una verdad inobjetable.

También lo es que la humanidad solo prevalecerá si se mantienen los sexos opuestos.

No dudo del amor, cariño, o sentimientos puros, entre hombres con hombres y mujeres con mujeres.

Pero, el hombre, en su igualdad natural y social, es diverso y único. Siendo igual a cualquiera de sus congéneres, es diferente y complementario por naturaleza.

La lógica para que esto sea así es que la especie no sobreviviría si todos fueran hombres-hombres o mujeres-mujeres.

El sexo opuesto es una de las manifestaciones de esta diferencia, necesaria para mantener la vida.

Los sexos opuestos se complementan y aseguran la continuidad de la especie. Ir a contracorriente de esta manifestación de la naturaleza sería suicida.

En el mundo animal -que vive en estado de naturaleza-, cuando falta uno de los roles que asegure la continuidad, alguno de los miembros cambia de sexo para procrear.

El cambio de sexo existe, pero como excepción. Y sólo para preservar la especie. No es la regla. No podría serlo si proyectamos la situación. Un mundo de parejas del mismo sexo sería inviable.

CONCLUSION:

El hombre dejó de vivir en estado de naturaleza, para vivir en sociedad. Al hacerlo, dictó la ley. Y la ley señala que todos somos iguales ante ella. La Unión Civil homosexual no perturba la sobrevivencia de la especie. Solo protege derechos civiles que ya tienen las parejas heterosexuales. Y no lesiona los derechos de otros.