11 octubre, 2015

La Gran Transformación... de Keiko



Hay una primera diferencia entre Keiko y su padre. Alberto Fujimori no anunciaba. Alberto hacía. Keiko, en cambio, primero anuncia. No sabemos si realmente hará. Alberto procedía de esa manera autoritaria, desde el poder. Keiko aspira a llegar al poder. 

El problema para la hija del ex presidente preso es demostrar que se diferencia del padre. Que puede encarnar un fujimorismo, no solo sin Fujimori, sino, sin lo peor de su propio padre.

La posición de Keiko no es, por tanto, ni una corrida al centro desde la derecha, ni mucho menos una caviarización, como algunas voces se han apresurado en calificarla. No hay, pues, una #KeikoCaviar.

Hay una disciplinada política que sigue los consejos que cualquier cabeza fría puede sugerir en ese aspecto: no avales la corrupción, ni la violación de derechos humanos, de los que se acusa ­al gobierno de tu padre. Deslígate de Montesinos, del Grupo Colina, de las estirilizaciones forzadas y reconoce el trabajo de la Comisión de la Verdad. Quédate con la defensa del modelo económico, la crítica abierta a la partidocracia, el Congreso unicameral, la Constitución del 93, la captura de Abimael Guzmán y la lucha contra el terrorismo.

El problema de esta recomendación es que Keiko –si en verdad quiere que la tomemos en serio–, deberá hacer mucho más que una declaración ante un politólogo de Harvard. Aún cuando este politólogo sea considerado uno de sus críticos y también uno de los que escribió algunas de estas ideas de sentido común, que como bien sabemos, en política, es el menos común de los sentidos.

Como bien ha dicho Salomón Lerner Febres, si Keiko reconoce el trabajo de la Comisión de la Verdad tendría que concluir, en primer lugar, que su padre fue procesado y sentenciado en sentido estricto de justicia, con un Poder Judicial independiente; sin tribunales sin rostro, y con respeto a su derecho de defensa.

Otra de las cosas que podría hacer Keiko para en verdad creerle es tirar algunas de las mochilas pesadas que tiene en el Congreso. Deshacerse de congresistas que solo representan el pasado duro y obtuso del fujimorismo, por no mencionar su sentido antidemocrático y anti institucional en todo orden de cosas, empezando por los derechos humanos.

Pedir perdón en nombre de su padre, arrepentirse en público, no con el ánimo de verla disminuida, sino, todo lo contrario, de verla madurar como mujer y política, es otro gesto que esperaríamos de una nueva Keiko, genuinamente cambiada.


Si ese es el sentido de sus palabras en Harvard, no lo sabemos. Es más, tenemos serias dudas de que así haya sido. El tiempo ­–el sereno, pero implacable juez Cronos­– dirá si estamos ante un cambio sustantivo y no solo ante una posición convenida, una receta, una simple prescripción política, pensada en ganar dividendos electorales. La Hoja de Ruta que necesita para llegar al poder que, en su caso, sí podría llamarse La Gran Transformación.