07 octubre, 2016

Despachos y despechos

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Remedios de Escalada, la esposa del general José San Martín, no pudo ayudar a su marido en las tareas administrativas del poder. Murió de tuberculosis dos años después de decretarse la independencia del Perú. Pero lo hubiera hecho. Ayudó a recolectar fondos y joyas para la formación del ejército patriótico.

Las esposas de los poderosos no son mujeres que solo atiendan el hogar. En ninguna época. Aún cuando el derecho de género ni se conocía. Ni qué se diga de la compañera de Bolívar, Manuelita Sáenz, la Libertadora del Libertador.

Eso no quiere decir que la cónyuge comparta el poder. No, nada de eso. Pero negar que las esposas de los poderosos formen parte –en la casi mayoría de casos– del primer anillo del poder es negar la historia. Y negar la realidad.

El asunto es rayar bien la cancha. Formalizar ese poder. Evitar que opere en la sombra y que sea objeto de investigación, fiscalización y sanción pública, si fuera el caso. Es mil veces mejor visibilizar y normar las funciones de la cónyuge que dejar en el limbo jurídico sus actividades y roles.

En el país, todas las esposas de presidentes –de facto o no– han centrado sus labores en diversos ámbitos de lo que puede llamarse "ayuda social".

Consuelo de Odría realizaba reuniones, festivales y actividades con el fin de recaudar fondos para "ayudar a las barriadas". Violeta Correa de Belaúnde se dedicó no solo a abrir comedores familiares, regalando equipos de cocina con ayuda privada y pública. Hizo más, por supuesto, pero siempre con discresión.

Susana Higuchi de Fujimori terminó en problemas con el despacho a su cargo al revelar que familiares del Presidente traficaban con las donaciones que recibían del extranjero. Su hija Keiko ocupó su lugar.

Al llegar Alejandro Toledo al poder, no existía una administración civil de Palacio de Gobierno. Todo estaba en manos de la Casa Militar. Por eso, lo primero que se hizo fue crear el pliego presupuestal Despacho Presidencial. Luego se aprobó el Reglamento de Organización y Funciones  (ROF) y dentro de el, se formó el Despacho de la Primera Dama como órgano de apoyo al trabajo presidencial.  

Eliane Karp orientó su trabajo a visibilizar las comunidades indígenas y afroperuanas y a poner en valor la riqueza material e inmaterial de nuestras culturas milenarias.

Al llegar el presidente García, eliminó este despacho. Sin embargo, asignó a su esposa, oficinas y apoyo administrativo y logístico para que opere dentro de Palacio de Gobierno.

El presidente Humala no restituyó el despacho para la Primera Dama, pero sí creó la Dirección General de Bienestar y Acción Social (DGBAS), desde donde su esposa comandaba las actividades que realizaba.

Hoy, el nuevo inquilino de Palacio decidió modificar el ROF del Despacho Presidencial y crear una Oficina de Apoyo al cónyuge del Presidente con funciones, tareas y presupuestos específicos.

Es lo mejor. Normar es transparentar. Y, de paso, fiscalizar.

Las funciones específicas dependerá del estilo de cada cónyuge. Pero, si la señora del jefe del Estado va a realizar alguna actividad en apoyo al esposo-presidente, es mejor que la ley establezca los alcances, límites y responsabilidades. El despacho va. El despecho, la ojeriza y la crítica malsana, no.