26 diciembre, 2014

Pulpa ideológica



La raíz del problema de la aprobada Ley 30288, Ley Pulpín, no es técnica ni política. Es ideológica. Parte de dos modelos de sociedad y gobierno: el liberal de derecha y el liberal de izquierda.

El liberal de derecha busca el crecimiento a secas, flexibilizando el mercado laboral, desprotegiendo los derechos laborales; contratando, simplemente, fuerza de trabajo. El mercado y su libre albedrío soluciona todo. Una especie de selección natural económica.

El liberal de izquierda admite que puede haber crecimiento sin inclusión, pero no desarrollo. Que una sociedad que aspira a la justicia no puede promover solo el crecimiento de unos pocos. Que el mercado falla y que sus distorsiones deben ser compensadas por el Estado.

Si utilizamos el pensamiento liberal de derecha es fácil entender el razonamiento de la Ley Pupín. El bajo crecimiento del país el último año (PBI de 2,6%) requiere frenar la desacelaración económica e impulsar su dinamismo vía un aumento del consumo.

Aumentar el consumo pasa por colocar más dinero en los jóvenes a cambio de un puesto de trabajo que no genere sobrecostos a los empresarios. Es lo que llaman incentivos para promover la inversión privada y enfrentar la desaceleración económica. En otras palabras: la receta del cholo barato.

Por esta razón, el pensamiento liberal de derecha no encuentra nada de malo en crear puestos de trabajo precarios para jóvenes que no han tenido educación de calidad ni han sido preparados para el campo laboral. No saben hacer nada. No tienen experiencia en nada. Ergo, no son productivos. No generan riqueza. En muchos casos, ni siquiera valen el sueldo mínimo que se les paga.

El pensamiento liberal de derecha no reconoce la dimensión ética del trabajo, desarrollada por la Iglesia en la encíclica papal Laborem Exercens, sino que se queda anquilosada en el pensamiento mercantilista que la considera un bien del mercado sujeto a la oferta y demanda.

Eso no es lo que reconoce la Constitución Política vigente. Ni la Décimo Cuarta Política de Estado del Acuerdo Nacional.

La Constitución establece que pueden expedirse leyes especiales porque así lo exige la naturaleza de las cosas, pero no por razón de la diferencias de las personas (Art. 103). La Ley Pulpín es una ley discriminatoria por edad. No porque les recorte sus derechos (porque, efectivamente, si están desempleados, no los tienen), sino porque, siendo contratados, no gozarán de los mismos beneficios reconocidos universalmente para los trabajadores.

Los liberales de derecha afirman que no se puede igualar en derechos a quienes son desiguales en productividad. La Constitución, sin embargo, estipula que ninguna relación laboral puede limitar el ejercicio de los derechos constitucionales, ni desconocer o rebajar la dignidad de un trabajador (Art. 23).

El Acuerdo Nacional establece igualmente el acceso al empleo pleno, digno y productivo. El Estado tiene la obligación de mejorar la calidad del empleo, con ingresos y condiciones adecuadas; fomenta normas que promuevan la formalización del empleo digno y productivo a través del diálogo social directo. (Política  de Estado Décimo Cuarta).

Perú Posible reconoce que la Ley 30288 tiene avances importantes como la contribución del Estado al asumir el 100% de la seguridad social para el trabajador en su primer año de contrato; lo mismo que el incentivo para el empleador de capacitación por impuesto a la renta. Algo que podría caer perfectamente en el pensamiento liberal de izquierda.

Además, un Estado moderno, inclusivo, no se construye con la creación de empleos precarios, sino con plenos derechos para todos. Diseñar un régimen laboral diferenciado para nuestros jóvenes, lo que origina, en la práctica, es la formalización del empleo precario. La historia de siempre: unos pocos se llevan toda la pulpa y no dejan nada a los pulpines.

Persistir en el intento, desoyendo las manifestaciones juveniles, solo reforzará un viejo axioma que de las calles pasará, sin duda, a las ánforas el 2016: al liberal de izquierda se le conoce no en la tarima, sino en la acción de gobierno. De lo contrario, lo que tendremos es un liberal de derecha que usa el discurso del liberal de izquierda solo para llegar al gobierno. 

08 diciembre, 2014

Represas Altoandinas y COP20



Esta experiencia debe contarse, tal como la narra su protagonista, Teodoro Rojas, alcalde de Tupichocha y presidente de la Mancomunidad de la Cuenca de Lurín, quien la acaba de presentar en la COP 20. Es la historia de un pueblo que se viene adaptando al cambio climático construyendo reservorios de agua de lluvia en las alturas de Lurín. Ya son diez los reservorios construidos que, en conjunto, suman 1 millón de metros cúbicos de agua.
“Aquí en las alturas vivimos. Siempre hemos vivido aquí. No nos queremos ir a otro lugar. Esta es nuestra tierra. Es duro vivir aquí. Si llueve, sembramos. Si sembramos, comemos. Todos los años esperamos las lluvias. Antes, mis abuelos me contaban que llovía diario, tres meses al año.  Pero, ahora, algo está pasando. Todo el año es seco, seco. Este año llovió apenas 15 días en marzo. Es el impacto del cambio climático en nuestras montañas.
Un día se va a secar la lluvia, pensaba; pienso. Algo tenemos qué hacer. Todos los años subimos a las partes altas a limpiar los canales. Es una fiesta. Contentos vamos a trabajar en Las Amunas. Todos trabajamos. Pero, no basta. Hay que pensar en otras formas para tener más agua. El agua de lluvia es limpia, clara, fresca.  Aunque llueva pocos días, llueve bastante. La mayor parte se pierde en el mar. No la podemos retener.
Hace unos años, con mis hermanos comuneros, nos pusimos a trabajar. Yo pensaba que el agua que discurre por las laderas se podía retener. Los ingenieros pensaban que no. Yo no entiendo de Ingeniería. Pero sí conozco las montañas.
Algunas son de roca, fuertes. Impermeables. Otras son arcillosas, porosas. Diferentes son las montañas. Cada una necesita su tratamiento.
Para las montañas duras, construimos diques para contener el agua. A veces teníamos éxito, a veces no. Hasta que dominamos la montaña. Así construimos nuestro primer reservorio de agua de lluvia.
Otra vez, observamos un terreno que tenía un vaso natural donde las aguas convergían. Cavamos profundo y juntamos el agua que cae del cielo. Así construimos nuestro segundo reservorio.
Cuando la tierra es suave, usamos material impermeable. Caminamos horas y horas por los cerros subiendo nuestro material. No nos cansamos. Pensamos en el agua que vamos a almacenar. Así construimos el tercero, cuarto quinto, sexto y los demás reservorios.
Hoy tenemos en total, 10 reservorios de agua de lluvia que almacenan 1 millón de metros cúbicos de agua en nuestro distrito. Tenemos agua no solo para sembrar y comer, sino para producir más y vender. Y queremos seguir construyendo reservorios.
Estamos también cambiando nuestra costumbre de regar por inundación. No podemos seguir usando el agua de esa manera. Si tanto nos ha costado retenerla, no podemos malgastarla. Por eso, poco a poco, estamos cambiando a riego por goteo. Le damos a la planta lo que la planta necesita. No es fácil cambiar nuestras costumbres, pero vamos viendo y vamos probando.
Hemos aprendido que el problema no es la tierra. El problema es el agua. Debemos sembrar bosques y recuperar pastos en nuestras montañas para captar agua en el subsuelo. Y generar una esponja hídrica que recargue el acuífero de la cuenca.
Si no sembramos bosques o ichu, en las laderas, las lluvias pelan las montañas, dejándolas sin vida. Reservorios, riego tecnificado, bosques y pastos son parte de un conjunto, no solo para preservar recursos naturales y medio ambiente, sino para preservar la vida en las cuencas andinas.
Así nos adaptamos al cambio climático. Si miramos bien las montañas y comprendemos la lluvia, veremos que es posible hacerlo.
Hemos aprendido que el ciclo del agua nace en el cielo como en la tierra. Y que debemos juntar las manos para retenerla. El agua es un espejo del cielo. Debemos mirar, comprender y hacer”.