El tiempo dirá si Yehude Simon es sólo una pieza fusible para el presidente García y termina quemado o si, por el contrario, se convierte en una figura política nacional con opción real para el 2011.
Varias cosas conspiran para que se perfile la segunda opción. La primera de ellas es aceptar que García ha cambiado. Es decir, que ante una situación de inestabilidad política por una denuncia de corrupción –como es el caso del Petrogate-, el jefe del Estado decide compartir el poder y luchar a fondo contra la inmoralidad.
Como dicen en México: “Tendría que llover primero de abajo pa’ arriba, pa’ creer eso, compadre”.
La segunda valla es que la situación económica mundial está tan complicada que difícilmente se puede mostrar resultados inmediatos. El recorte presupuestal es serio y Yehude tendrá que batallar primero con el Ministerio de Economía antes de intentar dialogar con las regiones y sindicatos.
Pero, el tercer obstáculo es quizás el mayor de todos. El Premier tendrá que sortear las cáscaras de plátano que le pongan los propios apristas desde el poder cuando lo vean con ganas de hacer cambios y de arrinconar a los partidarios enquistados en todo el aparato público.
La ministra Vildoso será entonces una especie de fiel de la balanza para medir la puja interna por el poder entre apristas y simonistas. Si Arana sale de Foncodes, entonces, es posible colegir que, en verdad, Yehude quiere -y puede- hacer cambios.
No hacerlo, lo dejaría como una pieza temporal en el ajedrez del poder; igual que Federico Salas en el último periodo del fujimontesinismo: un premier con más buenas intenciones que decisiones. O cercano, quizás, al papel del Javier Valle Riestra en el Fujimorato: un iluso y obtuso político que pensó que era posible cambiar al monstruo desde dentro.
Un Yehude Simon chamuscado no es algo que le haga bien al país, deseoso de nuevas figuras políticas que asuman con eficiencia y honradez las riendas del gobierno y del país.
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