A Mario hay que verlo, entenderlo y quererlo en sus tres dimensiones:
El literato que vive y escribe con disciplina y pasión.
El periodista que piensa y opina de manera abierta y crítica sobre diversos temas de actualidad.
Y el político, defensor de valores fundacionales de la sociedad como la democracia y la libertad.
Sobre este último aspecto -menos comprendido-, quiero referirme hoy.
Si la política es el arte de lo posible; Mario la trasciende.
Porque más que un político, Mario es hoy un referente moral para el país.
Reconocemos en él a un hombre íntegro, honesto, comprometido con sus ideas, que son las ideas del mundo moderno: la verdad, la justicia y la libertad.
Un hombre que se rebela ante la deformación de la autoridad, que es el autoritarismo.
Un hombre que desde la ficción, se subleva contra el poder abusivo.
Y desde la realidad, nos propone dirimir nuestras diferencias dentro del cauce
democrático.
Sin dictaduras. De derecha o de izquierda.
Sin ataduras.
Nos propone un mundo abierto y libre como el hombre mismo.
Mario es un referente moral porque siempre ha sido honesto consigo mismo y con su pensamiento.
En el fondo no hay un Mario de izquierda o de derecha. Hay un Mario que busca la justicia.
Por eso creo que Mario logró pasar de la literatura comprometida de su juventud, a la política prometida de la madurez.
Una política basada en valores y principios.
Una política que busca la realización plena del ser humano.
Esa política lo llevó un día a dejar el escritorio y salir a las calles para defender lo que creía justo.
Al hacerlo, renovó no sólo su espíritu combativo, sino también las ideas en nuestro país.
Sembró semillas de libertad cuyos frutos los recogemos hasta hoy.
Esas ideas cambiaron el país y cambiaron a las personas.
Como el Consejero de su novela, también él era alto y delgado y tenía la mirada profunda.
Nos habló de la justicia, la democracia y la esperanza. Nos habló de tiempos nuevos, modernos, donde cada uno valía por sí mismo y no en función de utopías arcaicas.
Cuando el poder vivía eclipsado por las ideas estatistas, él tuvo la claridad y brillantez intelectual de defender al hombre desde la libertad del individuo.
Más tarde, cuando el país lo llamó para enfrentar a la dictadura, él se plegó a la causa de recuperar la democracia y expresó su adhesión plena a la Marcha de los Cuatro Suyos.
Y en eso nos parecemos: cuando saliste a las calles, tú también te pusiste la vincha; la vincha de la libertad.
Su voz fue escuchada en el mundo.
Por eso, Mario puede hablar y denostar con propiedad las injusticias, el oprobio y los abusos del poder que se cometen en diversos puntos del planeta.
Denuncia las guerras, las invasiones, los latrocinios, las matanzas y el fanatismo sea religioso o político.
Mario vive los temas del mundo y no permanece impasible ante ellos. Toma postura y defiende su punto de vista.
Toda una vida consagrada a la escritura en sus diferentes facetas: la literatura, el periodismo, el ensayo.
Siempre le he escuchado decir a Mario que la literatura más que inspiración, es transpiración; trabajo arduo y sostenido.
Después de algunos años en estos avatares, creo que la política es igual.
Con la diferencia de que la política suele ser efímera, mientras que la literatura, eterna.
Por eso, Mario sigue y seguirá vigente.
Hoy más que nunca su obra y pensamiento trascienden.
Y trascenderá –estoy seguro– su propia y humana temporalidad.
Muchas gracias.
----------------------------
Discurso de Orden del Presidente Alejandro Toledo durante la ceremonia de imposición de la Medalla Fernando Belaunde Terry al escritor Mario Vargas Llosa. USIL, 22 de diciembre de 2010.
Estimado amigo:
ResponderBorrar1. Permítame cortésmente discrepar con usted. Pues estoy seguro que no negará que se puede pensar diferente y ver las cosas de distinta manera a cómo las vemos.
2. En primer lugar, no puedo poner en duda que el señor Vargas Llosa sea un escritor. Es un profesional a carta cabal. Pero lo que no podemos afirmar ni usted ni yo es la verdadera magnitud que éste tendrá en el tiempo. Recuerde sin ir muy lejos que muchas veces en vida se ensalza a quien después será olvidado (por decir algunos, Chocano y Riva Agüero) y de ellos las biblioteca del mundo está atiborrada (incluso la galería de premios Nobel está poblada de ilustres desconocidos, salvo algunas honrosas excepciones).
3. Pero lo que sí usted y yo podemos afirmar es que, si hay un escritor que representa al Perú y a los peruanos ese es Arguedas, al igual que en poesía lo es Vallejo. El señor Vargas Llosa es, a todas luces, el escritor del poder, de las clases altas y entroncado con el discurso oficial, y por eso está lejos, muy lejos, de la identificación con el país que lo vio nacer.
4. Pero en donde sí trastabilla y patinan sus defensores son los que ven en él a un gran líder de las ideologías de derecha. Porque en verdad confunden LIBERALISMO ECONÓMICO con DEMOCRACIA. El escribidor es, bien analizado, un gran apologista de lo primero, pero si se contrastan sus posiciones con la verdadera Democracia se descubre que en verdad ÉL DEFIENDE AL MERCADO, NO ASÍ A LOS PUEBLOS. Esto está clarísimo, tan claro que hasta la justificación para entregarle el premio se debe A SUS IDEAS POLÍTICAS Y NO ASÍ A SU LITERATURA.
5. Ahora, con el premio como arma, la Academia ha gestado a un nuevo Aleksandr Solzhenitsyn, quien según Wikileaks reveló, no era otra cosa que un espía de la CIA, olvidado y abandonado después que sirvió para sus fines políticos. No dudo que el señor Vargas Llosa cumplirá a cabalidad la misión encomendada por el establishment y el mainstream de defender como sea sus intereses ( y desde ya lo viene haciendo pues, en su pobre discurso, se dedicó a calificar verdaderas democracias, como la de Bolivia, de "payasas". ¿Ese es el concepto que tiene de Democracia: solo lo es aquella que A MÍ GUSTA?).
5. Para mí el grave pecado de este dichoso escritor de novelas y fanático defensor de la Sociedad de Mercado es el mismo de todo aquel que se convirtió a una nueva religión y cree que su verdad es la única verdad. Él no acepta, repito, no acepta ninguna otra idea que no sea la suya. Yo le pregunto a usted, que no es fanático, ¿eso es ser demócrata? De ninguna manera. Es ser un ultra, un Savonarola, una Santa Inquisición de su propia verdad llevada a un extremo superlativo.
6. Espero que no le moleste a usted saber que no todos los peruanos seguimos la comparsa de la propaganda oficial y nos dejemos llevar por la imposición de los grandes medios de comunicación.
Muchas gracias.