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21 diciembre, 2011

El arte de negociar

La negociación es un acto de voluntad. Se requiere voluntad política de las partes. Si no existe este ánimo, cualquier intento se convierte en diálogo de sordos. Se necesita, además, paciencia; escuchar a todos. (1)

En el gobierno del Presidente Toledo se aprendió, con mucha dificultad, a manejar los conflictos. Al comienzo -igual que ahora-, los movimientos sociales, los frentes de defensa, pretendieron colocar al gobierno contra la pared. Pero, poco a poco se fue aprendiendo.

No está mal que participen los frentes de defensa, como ahora se pretende. Se les sataniza de manera incendiaria, arrinconándolos, poniéndolos casi al margen de la ley, cuando de lo que se trata es de ganarlos y sentarlos en la mesa.

La representación legal, en efecto, recae en las autoridades electas en sufragio popular. Pero la representación política no es sólo eso. Las organizaciones sociales también cuentan; si se quiere una paz duradera, claro.

La experiencia del gobierno 2001-2006 indica que se debe sectorizar los conflictos. Es decir, cada sector debe manejar, encarar y resolver, de manera adelantada, su conflicto.

En la Presidencia del Consejo de Ministros se instaló un Comité de Análisis que se reunía todos los lunes a primera hora. En este comité participaban los ministerios de Energía y Minas, Agricultura, Economía y Finanzas, Proinversión e Inteligencia de la PNP. Si era necesario se invitaba a DIGESA y ANA.

Se pasaba revista a todos los conflictos, potenciales y latentes. Se repartían tareas. Y se atendían antes que estallen. Luego, en el Ministerio de Energía y Minas, por ejemplo, se creó la Dirección General de Acción Social, oficina dedicada íntegramente a monitorear y operativizar la solución a los conflictos.

Esta Dirección tenía presupuesto y operaba bajo el lema: “Primero la gente, después la mina”.

Se realizaban también intercambio de experiencias. Los líderes de las comunidades de un proyecto –en especial lideresas mujeres– viajaban a un lugar del país o del extranjero para que vieran directamente los beneficios que trae la minería. Esa experiencia los marcaba.

Con la aprobación de la empresa inversionista se creó un Fondo Fideicomiso Social para adelantar obras de contenido social en las comunidades de la zona de influencia minera. Se construían escuelas, carreteras, postas médicas. Los jóvenes agricultores se preparaban para realizar trabajos técnicos.

La participación de la Iglesia fue muy importante como mediadora. El padre Gastón Garatea ayudó mucho por la credibilidad que tenía ante la población.

Desde el punto de vista de la comunicación, se realizaban campañas en medios de la zona –principalmente radios– para sensibilizar a la opinión pública.
Por supuesto, los operadores políticos tenían que realizar su trabajo y allanar el camino antes de que el conflicto estallara. Nunca se envió al primer Ministro a dialogar a la zona de conflicto, pero sí se convocaba a las dirigencias a venir a Lima a sentarse con el Presidente del Consejo de Ministros a cerrar un acuerdo ya negociado por los operadores y los ministros con ayuda de la Iglesia.

De todos los problemas que surgen en todo proceso de negociación dos son los principales: prepotencia e impaciencia. No se puede llegar a un lugar y pretender llegar a acuerdos en base al temor y sin escuchar a todos.



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(1) Información en base a una conversación con el el ministro de energía y Minas, Glodomiro Sánchez, conductor exitoso del proceso de negociación del proyecto minero Las Bambas.

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