¿Las
encuestas ayudan a gobernar o, por el contrario, son una amenaza al poder? Sí. No.
No sabe/No opina. Veamos:
Antes
que un instrumento del mal, las encuestas son una herramienta para conocer la
opinión de la gente. No es un veredicto, ni una sentencia. Es simplemente el
pulso de un estado de ánimo. Revelan, si se quiere, el humor de las personas.
No
hay dos encuestas técnicamente iguales. Difieren en el diseño metodológico, en
la muestra y hasta en la técnica de recojo de la información. Por lo tanto, no
hay dos resultados iguales.
No
es lo mismo preguntar si mañana fueran las elecciones por quién votaría usted
por teléfono, que hacerlo personalmente; enseñando fotografías de los
candidatos o esperando una respuesta espontánea del primer nombre que se le
venga en mente.
Las
encuestas muestran un dato de la realidad en un momento dado. En el transcurso
del tiempo, si el dato se mantiene y crece, traza una tendencia. Pero por más
negativo que sea ese dato, no reemplaza la voluntad popular. Ni al gobierno. Ni
remece el poder.
La
encuestocracia genera ruido, pero ruido de papel.
Lo que
verdaderamente zarandea el poder –o lo consolida, dependiendo quién y cómo lo
use–, es la acción política.
Desde
el poder, la inacción política es la base del desacalabro.
Lo
que está en discusión es si las encuestas retroalimentan la opinión pública o
solo reflejan el sentir de la misma. Hay un poco de cada cosa. Algunas personas
se dejan llevar por la opinión de los demás; otras prefieren elaborar sus
propias refelxiones; y hay quienes se
resisten a seguir a los demás.
Lo
segundo que se discute es si los medios de comunicación, al levantar información
negativa de las encuestas y –a partir de ellas sostener campañas contra el
gobierno–, contribuyen también a crear, sostener o amplificar el ruido
político.
Contribuyen,
efectivamente. Pero –nuevamente–, es ruido de papel.
Mientras
la grita no pase de las portadas y las columnas de opinión, la preocupación del
gobierno no debiera distraerse en pelear con los medios, sino en cumplir su
agenda de trabajo.
Peor
que el ruido mediático es el silencio informativo. Simplemente desapareces de
la agenda mediática. En ese caso, lo que se hace es buscar medios alternativos
de comunicación que rompan ese aislamiento.
La
opinión pública no se genera en los medios de comunicación. Antes que lo que
piensa el editorial de un medio, el gobierno debe preocuparse en lo que dice el
ama de casa, el taxista, el trabajador independiente, el campesino del ande. Y
a ellos se debe dirigir.
Por
ahora, la mejor manera de conocer lo que piensa la gente sigue siendo la
encuesta. El sondeo de opinión es la primera herramienta de gestión de la
política. Puesto al servicio del gobierno es un elemento valioso para el diseño
y testeo de políticas públicas. En conclusión, el gobierno no debe pelear con
las encuestas; por el contrario, las debe valorar. Excepto que se compruebe una
grosera manipulación, al estilo de lo que vimos en la etapa
Montesinos-Fujimori.
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Artículo publicado en Diario 16, el domingo 12 de julio de 2015.
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