La reforma política aprobada recientemente en la Comisión de Constitución del Congreso de la República —que sustituye la inscripción de adherentes por la de militantes para legalizar la inscripción de un partido— es un experimento electoral que busca fortalecer la institucionalidad política restringiendo el número de partidos políticos.
Ya no se necesitará buscar el 4% de electores hábiles, las 700 mil firmas de adherentes que en la práctica significaba acopiar cerca de 4 millones de firmas de manera fraudulenta, para inscribir una nueva organización política, sino, por el contrario, bastará adherir el 0.1% del padrón general de votantes y contar con el respaldo diligente de mínimo 23 mil ciudadanos.
Es el primer cambio de las reformas políticas que reestructura la organización. Pasamos del respaldo pasivo y anónimo al compromiso activo y militante.
Los partidos políticos y las organizaciones políticas regionales tendrán un año de plazo para elaborar su padrón de afiliados, identificar sus cuadros directivos —en especial quienes asuman responsabilidades de índole económico-financiera— y solicitar su inscripción ante el Jurado Nacional de Elecciones.
Los comités partidarios serán conformados por ciudadanos que domicilien en la localidad organizados en grupos de no menos de 50 afiliados debidamente identificados. El partido nacional deberá tener comités en función en al menos 20 de las 25 regiones y en 65 de las 196 provincias que tiene el país. Los movimientos regionales deberán tener comités partidarios en al menos 4/5 de las provincias que conforman sus respectivas circunscripciones.
Hoy con la valla de las 700 mil firmas válidas tenemos 24 organizaciones políticas inscritas en el Jurado Nacional de Elecciones y los peruanos inscritos en algún partido suman 1 millón y medio (6.25% del padrón electoral). Las organizaciones políticas más antiguas en nuestro país sobrepasan los 150 mil militantes, pero en sus elecciones internas difícilmente se movilizan más de 20 mil partidarios. Es muy probable que al desaparecer el requisito de las 700 mil firmas —complicado, trabajoso y sumamente oneroso, tanto económica como logísticamente—se pueda pensar en una explosión de partidos políticos.
Depende de lo que se entienda por partido político. Si calificáramos a los partidos por sus comités de base en funcionamiento, difícilmente quedaría una organización en pie. Mantener, pues, vivo un partido político no es tarea fácil.
Tener comités de base de 50 militantes activos en al menos 4/5 de las provincias o las regiones requerirá algo más que un solvente poder económico —grande o mediano, limpio u oscuro— que se infiltre en la política, organice estructuras a nivel regional o nacional y pretenda subirse a cuanta tómbola electoral se realice.
Mantener una organización política viva requiere convicción, ideario, pasión. Un partido es un concierto de voluntades en pos de un objetivo común. Una lista de ciudadanos no hace un partido. Se requiere el vigor de las ideas, la fuerza de la organización y el iderazgo de sus militantes para estudiar los problemas locales, regionales y nacionales y proponer alternativas de solución.
Sin ideas no hay partidos. Solo templos de reunión.
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