¿Cómo llegamos a este callejón sin salida? ¿Cómo así ingresó en agenda un monstruo de dos cabezas: el cierre del Congreso y la vacancia presidencial? ¿En qué momento caímos en el agujero negro de la antipolítica?
Esta semana las posiciones del ejecutivo y legislativo no solo no mejoraron, sino que empeoraron. Estamos ad portas del punto de no retorno.
El presidente Vizcarra no ha dado su brazo a torcer y sigue ventilando en calles y plazas su decisión de mantener el recorte del mandato presidencial y legislativo y el adelanto de elecciones para el 2020.
Este es un tema no negociable, ha dicho.
El legislativo, en tanto, empieza a recabar informes especializados de constitucionalistas y organismos internacionales ante la eventualidad de que el ejecutivo pretenda disolverlo presentando una cuestión de confianza… por lo que sea.
En el post anterior decíamos que “No hay forma de solucionar la crisis entre el legislativo y ejecutivo sin que alguno de los dos poderes ceda posiciones. No es solo una cuestión de conversar, sino de llegar a acuerdos”.
La verdad es que no se requiere solo voluntad entre las partes para llegar a buen puerto, aunque, siempre ayuda una buena dosis de deseo, intención, ganas de querer sacar adelante las cosas.
Entre políticos son más útiles otras características, sobre todo en la mesa de negociaciones: habilidad para negociar, capacidad de decisión para concretar acuerdos y tenacidad y firmeza para llevarlos adelante.
Ceder en política, como en la guerra, no siempre es perder. Por encima de los intereses particulares de las partes está el interés del Perú.
Requerimos ciertamente una reforma profunda de la justicia, de la política, de las instituciones republicanas, pero en democracia, sin sobresaltos ni jacobinismo. Recurrir al Vox populi, vox Dei, es un argumento populista, producto de una caótica y pendular democracia de masas.
Por otro lado, conspirar contra el poder constituido es también ingresar a una senda torcida de apetitos personales o de grupo, intereses económicos acostumbrados a vivir del Estado. Es caer -otra vez- en el mercantilismo decimonónico.
¿En qué momento se jodió el Perú, Zavalita?
No fue el día en que Vizcarra decidió que no quería gobernar más y propuso adelantar las elecciones. Tampoco cuando PPK, arrinconado por las acusaciones y la caída de la muralla china, decidió renunciar al gobierno. Ni cuando Keiko llegó a la conclusión de que le habían robado las elecciones y decidió usar su mayoría parlamentaria para vengarse de PPK.
No, Zavalita, eso es el presente. Nosotros nos jodimos mucho antes. Nos jodimos varias veces, en varios momentos. La verdad, Zavalita, es que el Perú nació jodido.
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