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31 enero, 2021

Contagiemos el amor

Tiene absoluta razón el papa Francisco cuando dice que ante el contagio del virus, que amenaza la especie humana, debemos contagiar amor. 

No hay forma de que derrotemos la covid-19 solos. 

El Estado con todos los problemas que tiene hace lo que puede. Pero, al final, cuando la desesperación cunde siempre está la familia. Y aquí tampoco, en muchos casos, hay claridad ni recursos para ganarle a la enfermedad.

La segunda ola nos está demostrando que este primer nivel de la sociedad no basta para enfrentar la enfermedad. 

Entre la familia y el Estado hay un vacío enorme de soledad que debe ser llenado por esa energía que reclama el papa. Contagiemos la solidaridad, el amor al prójimo, la ayuda al otro. 

Es entonces que deben articularse otros espacios, otros niveles de organización, más fuertes y eficientes, que ayuden a las familias a luchar contra el contagio letal.

Ese espacio es el de la empresa privada. No hablamos aquí de responsabilidad social ni de sostenibilidad, sino de compromiso humano auténtico. 

Aprendiendo de su propia experiencia en Respira Perú, Raúl Diez Canseco Terry acaba de anunciar que construirá un Centro de Atención Temporal de Oxigenación para sus trabajadores y familiares. 

Un sistema de oxigenación que es crucial en la primera fase de la enfermedad. Algo que deberíamos esperar todos del Estado como parte de la política de Atención Primaria de Salud, y que ayudaría a soportar la presión por camas UCI.

Pero la virulencia pandémica es de tal magnitud que ni el Estado ni la familia por sí solos pueden con ella. Es por eso que movilizar a la organización empresarial como anillo intermedio de ayuda no solo es loable, sino replicable.

Si las empresas construyen centros de oxigenación para sus propios trabajadores y familiares —un servicio que deberían dar las postas de salud en los barrios— ayudaría enormemente a descongestionar la carga de atención que hoy desborda a los hospitales.

El sistema consiste en disponer de un espacio físico y colocar allí un conjunto de camas y concentradores individuales que producen oxígeno con energía eléctrica, o respiradores mecánicos de un solo uso que se activan solo la presión de los balones de oxígeno. Todo bajo supervisión médica, por supuesto.

Siempre habrá voces que dirán que esa no es función de la empresa. Que la función de la empresa es generar ganancia, rentabilidad. Esa es una visión del pasado. Como bien han dicho Porter y Kramer, “la competitividad de una empresa y la salud de las comunidades donde opera están fuertemente entrelazadas”. 

No hay empresa sin comunidad saludable. O no hay economía sin salud. Por eso decíamos que el concepto de compromiso humano va más allá de la responsabilidad social, la filantropía o la sustentabilidad. 

El valor compartido es en tiempos de pandemia una obligación moral. Generosidad, solidaridad, ayuda concreta, solución efectiva, no solo desde la familia y el Estado, sino desde la organización empresarial, es hoy imperativo para defender la vida humana. 

Monseñor Miguel Cabrejos, presidente de la Conferencia Episcopal Peruana y miembro de Respira Perú, lo ha dicho hoy: “En esta pandemia hemos aprendido que nadie se salva solo y que el mal de uno perjudica a todos; pero también, el bien que hace uno fortalece y beneficia a todos”. Contagiemos el amor.

 

 

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