Al movimiento de Los Sin Vacuna -países rezagados en la obtención de las vacunas para sus ciudadanos-, se suma ahora un movimiento que ya existía en el mundo, pero que hoy se manifiesta en todo su dramatismo y crudeza en nuestro país: Los Antivacunas.
No abundaremos en detalles sobre por qué este tipo de posturas antirracionales adquieren no solo protagonismo, sino grado de certeza, convencimiento y seguimiento, solo diremos que forma parte del comportamiento del ser humano que se mueve entre el miedo y la esperanza.
Hay razones religiosas, políticas, económicas; pero son las posturas pseudo científicas, los prejuicios, los razonamientos conspirativos, las mentiras y la desinformación, lo que más daño hacen.
En la Panamericana Sur, una pinta política electoral ha sido reemplazada por un enorme mensaje -fondo blanco, letras rojas- que dice: “Soy peruano. No a la vacuna carajo”. No me extraña el mensaje en sí, sino que nadie se atreva a borrarlo.
Según la encuesta de IPSOS APOYO, en los últimos cinco meses, los peruanos que no se vacunarían han pasado de 22% a 48%. Ello, en medio del inicio de una segunda ola pandémica que nos muestra nuevamente el fantasma del penoso sistema de salud de la primera ola: colas de familiares buscando oxígeno, hospitales desbordados y faltas de camas UCI.
El 52% de los que no se vacunarían refieren temor a sufrir efectos secundarios y 30% considera que el desarrollo de las vacunas ha sido demasiado acelerado. Todas estas razones han sido explicadas por la ciencia, pero un grueso sector de la población se resiste a creer en ello.
La desinformación se combate con información. Simple, directa y sostenida. Esta tarea no es solo del gobierno, pero es el gobierno el primer actor en salir a escena.
Urge que desde esta posición de dirección del país se convoque, por ejemplo, a las principales agencias de publicidad para que desarrollen junto a expertos y especialistas de diversas áreas del conocimiento, una campaña sostenida de información digerible y creíble.
El gobierno puede convocar también a los medios de comunicación para unir esfuerzos en el despliegue informativo, a los candidatos a la presidencia, a las organizaciones empresariales, eclesiásticas, sociales y universidades, para el mismo propósito.
La campaña informativa se despliega con aliados. No confundir esto con presupuesto publicitario. Lobystas abstenerse.
Los números en el frente de guerra no engañan. El 14 de enero hubo 5,022 nuevos infectados; la mitad de ellos llegó a los hospitales en las últimas 24 horas. Al día siguiente, ya había 2,011 nuevos contagios. Si no nos vacunamos, no tendremos protección.
Necesitamos que la mayor parte de la población desarrolle los anticuerpos para enfrentar al virus. Y eso se logra cuando nuestro organismo lo reconoce. Y eso es la vacuna: un bicho inactivo que nos inoculan para preparar las defensas.
Se siente repulsivo, horrendo, pero más horroroso es que el virus con toda su letalidad nos ataque igual. Vamos, presidente, estamos sguros que puede hacer algo más que mostrar un dispensador de alcohol colgado al cuello.
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