El general Rafael Hoyos de Vinatea es un soldado por donde se le mire. En estos días libra su propia batalla. El enemigo no es otro que su propio comando, dirigido por sus propios camaradas de armas.
Sun Tzu, el maestro de “El Arte de la Guerra” recomendaba antes de pisar el campo de combate, conocer primero a tu enemigo como a ti mismo. Y el general Hoyos los conoce.
Hoyos sucedió al general César Reinoso, el actual comandante general del Ejército, en la administración de la Casa Militar de Palacio de Gobierno.
Ambos libran hoy una lucha sin cuartel por el poder supremo del mando militar. No para los próximos dos años, como puede suponerse. Si no para asegurar por lo menos diez, si tenemos en cuenta la composición de los ascensos.
Reinoso es hombre de Comunicaciones, un arma considerada nueva en el Ejército. No es tanquero como Hoyos, o infante, el arma por excelencia de los uniformados.
Pero ha influenciado para que la sucesión en el Ejército, en la década siguiente tenga, al menos, a un hombre de Comunicaciones disputando el puesto.
La comandancia general del Ejército la designa el Presidente de la República, de una terna calificada no siempre en base a méritos, sino a lealtades.
Hoyos tiene una excelente foja de servicios, inspirada en el recuerdo señero de su padre, Rafael Hoyos Rubio, el general que desapareció trágicamente en un accidente de helicóptero.
Tiene, además, lo que en el servicio privado se llama ahora liderazgo y que en los cuarteles se conoce como “ascendencia de tropa”. Es decir, lo obedecen, sin dudas ni murmuraciones.
Su voz truena; ruge cuando da órdenes. Pero tiene un problema. El Presidente Alan García lo considera leal al ex Presidente Toledo. Y le ha bajado el dedo. No lo quiere como comandante general del Ejército.
El plan de Palacio es golpear al Ejército en la copa para que se acomoden las ramas. Reinoso lo sabe. Por eso sacude con fuerza a Hoyos.
El general tanquero ha dispuesto su artillería. Premunido de harta munición se presentó el domingo último en televisión. Repartió fuego a discreción. Y está a la espera de que la artillería cumpla su papel para que pueda entrar la infantería.
Es una batalla de papel. Pero, batalla al fin y al cabo, se rige por las leyes de la Guerra. Por ahora se ha quitado su uniforme de faena y se ha colocado un terno civil, que es su nuevo uniforme de campaña. Se ha pintado la cara y ha salido al frente con el cuchillo entre los dientes.
El ministro de Defensa, Alan Wagner Tizón, ya acusó el golpe y ha cavado trincheras en la Avenida Arequipa.
El general Reinoso, cauto él, analiza el campo de batalla y despliega sus tropas, cuidando al centímetro cada uno de sus movimientos. Sabe que no saldrá ileso de la contienda.
Mientras tanto, Alan distrae el escenario y enciende la pradera en otro punto del campo de batalla, ganando tiempo.
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