La
izquierda ha salvado la democracia, acaba de afirmar Mario Vargas Llosa en un
artículo periodístico. Y tiene razón. Aunque probablemente no será la última vez
que tenga que hacerlo. El sindrome del Chapulín Colorado. Veamos por qué.
Si
la bancada de Fuerza Popular tensa la cuerda hasta el punto de quebrar el
equilibrio democrático de poderes y entra al peligroso juego de someter al
Poder Ejecutivo, las miradas se dirigirán a la primera minoría legislativa, la
bancada del Frente Amplio.
No
hay sorpresa en cuanto a su posición, anunciada desde el comienzo y ratificada
ayer en conferencia de prensa. El Frente Amplio será oposición democrática.
Tiene una agenda legislativa que espera sacar adelante, algunas coincidencias
con peruanos por el Kambio, y también algunas exigencias de sectores sociales,
principalmente.
Pero
si los jaques de Fuerza Popular son persistentes, al punto de socavar la
gobernabilidad, la izquierda tendrá que reevaluar su posición y decidir –una
vez más– si acude al llamado de salvar la democracia.
Si así
fuera estaríamos hablando de una izquierda moderna, renovada, sin anacronismos,
liberada de dogmas ideológicos. Una izquierda a la española o a la chilena, con
una visión clara en defensa de la democracia.
Llegado
a este punto habría que redefinir el
término "oposición democrática". Una cosa sería como la entiende
Fuerza Popular y otra muy distinta como la conceptúa el Frente Amplio.
No
hacerlo sería caer en el juego de Fuerza Popular. Encontrarse los extremos.
Algo que por lo que hemos escuchado ayer a Verónika Mendoza, es improbable que
ocurra. Las
diferencias entre el fujimorismo y la izquierda no solo son ideológicas ni
programáticas; son también territoriales. El fujimorismo es fuerte allí donde
la izquierda necesita serlo. Ambas agrupaciones comparten y disputan el mismo
espacio social.
Esa
diferencia y antagonismo claro entre FP y el FA llevó a Verónika
Mendoza a romper el statu quo de
votar en blanco o viciado, e impulsar activamente el voto por PPK en la región
sur del país, grabando incluso un spot en quechua, lo que, sin duda, ayudó a
neutralizar el voto rural fujimorista.
Esa
izquierda renovada que encarna hoy Verónika Mendoza ayudó a ganar al
representante liberal de la derecha; algo que representa un cambio notable,
inédito, en el país. Entender ese paso, es fundamental para saber cuál será el
comportamiento de la izquierda en caso el enfrentamiento entre el legislativo y
el ejecutivo deteriore el nuevo gobierno a punto de fracturarlo y hacerlo inviable.
El
Frente Amplio ha decidido no estar en el gobierno, sino en la oposición
democrática. Eso es una cosa y otra que, llegado el momento, esta organización
política apueste claramente por defender la estabilidad del nuevo gobierno. O
como dice nuestro Premio Nobel, defender la democracia. En traje rojo y con su
Chipote Chillón. En esa línea la izquierda, se encontrará con colectivos civiles, movimientos y organizaciones que defienden firmemente la democracia.
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