Hubiera sido imposible soportar la vida separados. Ninguno podría haber sobrevivido sin el otro.
Su amor nació a escondidas, vadeando el peligro.
El amor es como un cuadro. Es algo único, irrepetible.
Puedes
pintar muchas obras en tu vida, con los mismos elementos, pero no habrá dos
iguales.
Los colores son sentimientos atrapados en el lienzo.
Trazas un boceto sobre la tela, pero son los paletazos los
que configuran finalmente la forma que tendrá el cuadro.
El carbón te orienta, pero no define tu vida. Esta se forma cada trazo, en cada golpe, en cada caricia del
pincel sobre la tela.
Es una danza que combina el amor, la nostalgia, la alegría, la
tristeza o la furia.
Todos estos elementos, salidos de tu mano, van orientando finalmente
las líneas, los contornos, las dimensiones, que tienes en tu mente, hasta
constituir la forma.
Aparecen, se descubren, entonces, las imágenes. Líneas
definidas, intensas, puras, pero también otras, insondables, profundas,
menos rectas.
Ambas dejan huella. Cada una a su manera. Son los amores del alma que nos regala la
vida.
Tenías razón, maestro Szyszlo, "lo opuesto a la muerte
no es la vida, sino el amor. Es donde germina la vida, lo que la precede".
Tu muerte y la de Lila, juntos, es solo otra obra de amor. Un
sol negro atrapado en su intensidad más profunda e infinita. Un vacío que lo
llena todo.
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