Sobrio. Medido.
Austero en palabras. Parsimoniosamente republicano. Tal es el estilo que ha
marcado el presidente Martín Vizcarra en su primera semana como gobernante.
Sus visitas
tempraneras e inopinadas al Hospital del Niño y Colegio Melitón Carbajal han
señalado sus prioridades sectoriales –Educación y Salud–, mientras que su visita a Piura y las críticas que hizo allí al proceso de reconstrucción, indican su
preocupación por las regiones.
Pero su primer
gesto político claro fue desmarcarse de su predecesor –renunciando al ministro
Giufra sin darle las gracias por los servicios prestados– y acentuar el mensaje
de que su periodo gozará de un mejor clima político con el Congreso al
promulgar la ley de reforma de la Contraloría –observada por PPK– en Palacio de
Gobierno.
Si el el estilo
es el hombre, el del presidente Vizcarra será el estilo de la no confrontación.
El estilo apaciguado del presidente del Consejo de Ministros, también abona en
ese sentido.
Será la
conformación de su gabinete y el plan de gobierno que este exponga en su
presentación al Congreso lo que terminará de confirmar esta suerte de tregua
que vive el gobierno y que se traduce en un alivio de la tensión política entre
los poderes del Estado.
No será ni por
asomo una luna de miel, sino apenas un corto periodo en el que los actores
políticos buscarán re-colocarse en el tablero. ¿Seguirá siendo este un gobierno
de los pepekausas?¿Es finalmente un gobierno de unidad, conversado o consensuado?¿Tendrá el
fujimorismo mayor injerencia en el Ejecutivo? ¿Será Fuerza Popular el verdadero
soporte de Vizcarra? ¿Serán los pepekausas los primeros opositores del nuevo gobierno?
Falta también
despejar el final que tendrá el proceso de desafuero de los cinco congresistas
investigados. ¿Perderán los Avengers a su líder Kenji Fujimori? ¿Recuperará
Fuerza Popular su condición de bancada mayoritaria?
El gabinete
debe proporcionar el liderazgo y la función de pararrayos que requiere todo
jefe de Estado. De no tenerlo, este papel recaerá en la figura del presidente
de la República, quien tendrá que manejarse con independencia, libertad y
equilibrio para conducir el gobierno sin que el Congreso lo tire de las
riendas. O lo zarandee a su antojo.
Su estilo puede ayudar, pero allí nomás, casi al borde de la línea. Porque una cosa es tener un estilo prudente y otra muy distinta ser sumiso.
Su estilo puede ayudar, pero allí nomás, casi al borde de la línea. Porque una cosa es tener un estilo prudente y otra muy distinta ser sumiso.
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