Espantados, horrorizados, muertos de miedo. Así se sintieron algunos limeños al ver en la capital a cientos de campesinos ronderos que raspaban sus machetes contra el asfalto, mientras marchaban.
Sonidos de guerra, acusaron.
Al mismo tiempo, un grupo de militares en retiro blandieron sus sables, esgrimieron fraude electoral y exigieron que los altos mandos en actividad intervengan e impidan “que la máxima autoridad del país sea designada de manera ilegal e ilegítima”. Invocaron incluso el derecho a la no obediencia.
Ruidos de golpe, insinuaron.
Veinticuatro horas después, el propio presidente de la República, Francisco Sagasti, a quien los militares en retiro acusaban de haber roto su neutralidad en el proceso electoral, salió en defensa de las FF. AA. y de su rol no deliberante en una democracia.
Lo inaceptable —dijo— “es que un grupo de retirados de las FF. AA. pretenda incitar a los altos mandos para que quiebren el estado de derecho”.
Tañido a la calma y serenidad, se escuchó.
El país va rumbo a una colisión violenta. Los dos partidos que pelean voto a voto la definición de la segunda vuelta, no han desmovilizado a sus masas. Todo lo contrario. Las mantienen activas y en las calles.
Esto es sumamente peligroso. Con un proceso extendido debido a las demandas de nulidad y una serie de mecanismos legales planteados, los seguidores de uno y otro lado se irán calentando cada día que pase.
Mañana hay dos marchas convocadas, una por Fuerza Popular y otra por Perú Libre. Ojalá estas se mantengan separadas y los líderes sean lo suficientemente razonables para no incitar más el clima de violencia.
Pero hay momentos en que las masas se desbordan. En cualquiera de los bandos puede haber infiltrados que quieran ganar a río revuelto. Una pequeña brizna puede terminar incendiando la pradera.
La mayoría de los peruanos no quiere un desenlace violento. Ni un mar de sangre. Ni un golpe de Estado. Debemos rechazar cualquier intento de fuerza que busque socavar el orden constitucional y el sistema democrático.
Los organismos electorales deben estar a la altura de las responsabilidades para actuar con apego estricto no solo a las normas, sino a garantizar el sentido exacto de la voluntad popular.
No debe quedar alguna sombra de duda respecto a lo expresado en las urnas. Si los resultados no son reconocidos por todos, ingresaremos al preámbulo oscuro de la ilegitimidad y de aquí a la ingobernabilidad hay solo medio paso.
El país vivió entre ruidos de sables y anforazos los primeros años de su independencia. A pocos días de cumplirse los 200 años de ella, no repitamos los mismos ecos nefastos de buscar salidas violentas al margen de la Constitución y las leyes. Ni chirrido de machetes, ni ruido de sables.
Cuando no se sabe como se trabaja en el campo yo dir{ia que la interpretaci{on es correcta. Empero Los trabajadores de los cañaaaaaverales lo hacen hac{i y esa es mi lectura ES LA FORMA EN QUE TRABAJAN CORTANDO CAÑA DE AZUCAR despues de haberse quemado las hojas. Eso lo hacen en todos los grandes latifunsios azucaresros en gran parte de los valles costeros. El Error probiene de que los LIMEÑOS o conocen el campo y no saben que parte del azucar que estan sirviendode en el desayuno empiaza aprocesarse de esta manera.
ResponderBorrarProf. y CPC Moises Acuña Diaz DNI 15960441