Días antes de la invasión de Rusia a Ucrania, vimos a civiles ucranianos realizando prácticas de defensa armados con metralletas de madera. Eran civiles dispuestos a defender su patria. Al otro lado de la frontera, el ejército profesional ruso realizaba pruebas y ejercicios de guerra disparando las nuevas armas hipersónicas del Kremlin: misiles Avangard y Kinzhal, que pueden ser cargados con ojivas nucleares.
No parece ser una guerra en igualdad de condiciones. Ninguna lo es en verdad, pero esta, en especial, es totalmente desequilibrada. Ni la OTAN ni Estados Unidos pueden enviar soldados al frente. Hacerlo significaría no solo desatar la Tercera Guerra Mundial, sino pasar de la guerra convencional, que aún vemos, a la guerra nuclear. El inicio del fin de la especie humana.
Cuando Vladimir Putin presentó el 2018 una nueva generación de armas de guerra —misiles hipersónicos, drones militares e inteligencia artificial—, en realidad le estaba diciendo a quien lo escuche que Rusia aseguraba nuevamente el “equilibrio estratégico” entre las potencias del mundo.
El jefe del Kremlin se refería a la posibilidad que tiene hoy su país de vulnerar el sistema de escudo antimisiles que desde hace un tiempo posee Estados Unidos para protegerse de cualquier ataque nuclear intercontinental.
Como siempre, el desarrollo tecnológico de Rusia ha venido del campo militar. Un misil hipersónico es capaz de generar una velocidad de MACH 5, es decir, cinco veces la velocidad del sonido: 6174 kilómetros por hora. Los cazabombarderos actuales llegan a MACH 2 (2.469 km/hora).
Estados Unidos ha probado un misil Minuteman III a MACH 23 (28.400 km/hora). Pero Rusia ha logrado probar en plena crisis con Ucrania el misil Avangard, que desarrolla una velocidad de MACH 27 (32.202 km/hora). Un monstruo destructor. Imparable.
Pero la evolución en el arte de guerra no pasa solo por analizar las ventajas de la tecnología. El “problema nuclear” es tal vez el “último problema de la humanidad”. En auges y caídas de las grandes potencias, el ensayo de Paul Kennedy, el autor reflexiona sobre la posibilidad real de pasar de una guerra convencional a una de nueva generación de tipo nuclear.
No hay manera de responder con certeza. Lo cierto es que el poder aniquilador de estas armas es a la vez el mejor disuasivo para usarlas. Precisamente, a causa de la existencia de armas nucleares, las potencias pueden llegar a la conclusión de que lo mejor es mantenerse en los márgenes de la guerra convencional. La razón es que no hay forma de que en una contienda nuclear uno de las partes anule completamente al otro sin sufrir daños.
Kennedy razona de esta manera: “Los grandes arsenales nucleares de cada superpotencia continuarán existiendo, pero (salvo un “disparo” accidental) serán con toda probabilidad inutilizables, porque contradicen la antigua presunción de que, en la guerra, como en casi todo lo demás, tiene que haber un equilibrio entre los medios y los fines”.
Ese “disparo accidental” es hoy una posibilidad remota en la guerra Rusia - Ucrania. Pero si por alguna razón ocurriera, el presidente Joe Biden explicó bien que pasaría: “Todo puede enloquecerse de una manera muy rápida (...) en el momento en el que un soldado ruso dispare a un soldado estadounidense, nos encontraríamos en una guerra mundial”.
Nada asegura por el momento que ambos soldados se encuentren. Pero la guerra tiene sus leyes y sus caprichos. Dependerá de cómo evolucione el conflicto en los próximos días. El mapa geográfico de Europa está cambiando aceleradamente. Hoy es Ucrania, pero se amenaza con acciones de fuerza también a Finlandia y Suecia.
Parafraseando a Bismarck, las potencias del mundo solo pueden navegar en “la gran corriente del tiempo” a la que no pueden crear ni dirigir, aunque si maniobrar con más o menos experiencia o habilidad. Diferentes fuerzas se interponen en el camino como para intentar siquiera señalar con claridad un rumbo fijo, inalterable, de viaje.
Una simple bala mal dirigida puede alterar el siempre inestable equilibrio del poder global. ¿Cómo será la Tercera Guerra Mundial? Einstein respondió esto una vez: "No sé cómo será la Tercera Guerra Mundial, pero sé que la cuarta será con palos y piedras".
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