09 abril, 2021

Fracasamos todos

 

Para curar una herida primero hay que limpiarla, desinfectarla, cauterizarla. Y eso duele. Así que empecemos con este proceso político profiláctico de una buena vez, antes de conocer los resultados electorales del domingo. 

 

Pensamos que la democracia era superior a la dictadura. Y lo es. Más en teoría que en la práctica, porque depende mucho de quiénes la detenten, quiénes obtengan la representación, quiénes formen el gobierno.

 

Junto a buenos sistemas, necesitamos buenos hombres. La democracia es el menos malo de los sistemas políticos. Pero dependiendo de quiénes gobiernen esta puede tener los resultados desastrosos de cualquier régimen. 

 

Y una democracia fracasada es lo más parecido a un Estado fallido.

 

En ese sentido, fallamos todos. Falló el sistema que propuso crecer, pero no distribuir. Y fallaron los gobernantes que no estuvieron a la altura. 

 

¿Cómo llamar a este Perú doliente, que tiene ciudadanos del siglo XXI globalizado, y otros que a duras penas sobreviven en el siglo XVI con viviendas de piedra y techo de paja?

 

¿Qué nombre le damos a un Estado y a un sistema que fracasaron en asegurar la salud de los ciudadanos, que no les provee oxígeno ni puede vacunarlos adecuadamente?  

 

¿Cómo identificamos al país que tenía solo 100 camas UCI al desatarse la pandemia, que hoy exhibe el más alto número de muertos por mil habitantes y el más alto número de empleos perdidos?

 

Tiene razón, presidente Sagasti. Fracasó el Estado. Pero también sus administradores pasajeros.

 

Fracasamos en educación, no solo cuando comprobamos que estamos en el sótano en comprensión lectora y en matemática, sino cuando vemos a niños del Ande y de las zonas conurbanas de Lima subir a los cerros en busca de señal de internet.

 

Fracasamos en seguridad cuando vemos a diario en las noticias que en el Perú te matan por robarte un celular. 

 

Fracasamos en imaginar un mercado con igualdad de oportunidades para todos cuando lo que vemos en la práctica es a los mercantilistas de siempre. 

 

Pero, sobre todo, fracasamos en lo ético y moral cuando vemos a todos los últimos presidentes —democráticos o no— presos o acusados de corrupción. En el último quinquenio, cuatro jefes de Estado ocuparon la silla precaria y devaluada de Pizarro.

 

Y así vamos a las urnas, con esa bronca en la boca del estómago. 

 

Pero, en realidad, fracasamos todos. 

 

En medio de la pandemia más espantosa, los partidos ni siquiera han podido hacer un esfuerzo por acordar, consensuar, unirse. 

 

En lugar de eso, han actuado con el egoísmo y la tozudez de siempre, como si no hubiera pandemia, como si no faltara oxígeno, como si no vieran las banderas blancas en los cerros.

 

Fracasamos todos. Y lo volveremos a hacer. Somos reincidentes contumaces.


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