No
es novedad decir que una parte mayoritaria de ciudadanos peruanos se sienta
insatisfecho con la democracia. El fenómeno no es solo del Perú, sino de
Latinoamérica, aunque con sus variantes, como lo demuestran de manera
persistente los resultados del Latinobarómetro.
Desde
mediados del 90 hasta la fecha, el descontento con este sistema de gobierno, ha
sido una constante que se ha movido entre 55% y 65%. El 2009, en plena crisis
mundial de la economía, este porcentaje se elevó a 71% de insatisfacción.
Lo
que resulta, más que sorprendente, preocupante, es una encuesta de CFK que a
menos de un año de las próximas elecciones presidenciales del 2016, revela que "más
del 80% de entrevistados se encuentra insatisfecho con el sistema democrático
de nuestro gobierno".
El
informe refiere que la falta de representación de los ciudadanos en los
principales poderes del Estado explicaría esta señal de descontento. Pero, me temo que lo más probable es que no
sea el deseo de ser escuchados lo que genere el descontento, sino el nivel de
ineficacia mostrada por la democracia para evidenciar resultados.
Cuando
los ciudadanos ven, sienten y perciben que la delincuencia va en aumento y que
las extorsiones, asaltos y robos al paso, son pan de cada día, no están pensando
en que el Estado o sus representantes escuchen sus propuestas de solución.
Ellos sienten y están convencidos que el Estado –representado por la Policía–
es incapaz de ofrecer seguridad.
Y
si, peor aún, fiscales y jueces, en lugar de perseguir el delito y denunciar a
los delincuentes, los suelta; los ciudadanos de inmediato culpan al Estado como
incapaz de ofrecer justicia.
Lo
mismo puede decirse de las muertes absurdas de más de 130 niños en las alturas
de Puno, Andahuaylas y Huancavelica a causa de una ola de frío que se repite
periódicamente, sin que hayamos podido resolver el problema de abrigo más allá
de entregar –mal, tarde y nunca– frazadas y casacas. El Estado se muestra
incapaz de resolver el problema de fondo: salud.
¿Qué
creen que piensa la gente cuando un
puente de menos de 4 años de inaugurado se desploma? ¿Que el concesionario
privado no cumplió? ¿O que el Estado fue incapaz de supervisar la calidad de la
obra? La
negligencia estatal le pasa factura a la frustración o descontento ciudadano
que inmediatamente piensa en la cantidad de dinero que se ha gastado en vano o
que "alguien", se levantó plata colocando menos fierro y cemento del
que correspondía.
Así, corrupción, negligencia o desidia burocrática, son algunos de los factores
que corroen la eficacia del Estado para atender y resolver los problemas de los
ciudadanos. Esto se traduce en insatisfacción o frustración ciudadana cuando se
pregunta al hombre de a pie si siente satisfacción o insatisfacción con la
democracia.
En
resumen, la ineficacia del Estado puesta en evidencia en diversos órdenes de
cosas, termina por minar el sistema de gobierno, llevándose de encuentro a toda
la clase política. ¿O será al revés? El descrédito de la clase política, la
ineptitud de los gobiernos de turno para resolver los problemas de la gente, son
factores condicionantes para pulverizar el crédito ciudadano en la democracia.
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