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02 abril, 2009

Museo de la Memoria: saludable rectificación

Es destacable la rectificación del gobierno en este tema. El Perú tendrá, finalmente, un Museo de la Memoria que recuerde la etapa de terror que vivimos y que debemos tener presente para las futuras generaciones.

Será Mario Vargas Llosa –junto a destacadas personalidades como Salomón Lerner, el obispo Luis Bambarén, Fernando de Szyszlo, Enrique Bernales, Juan Ossio y Frederick Cooper– el encargado de llevar adelante el proyecto.

En palabras del escritor:

“Es muy importante que no se vuelva a repetir en el Perú una tragedia tan espantosa que causó tantos sufrimientos y daños de tipo social, de tipo moral, de tipo político, de tipo económico”.

“Es bueno que las nuevas generaciones sepan lo que ocurrió y se acerquen con una mirada crítica al pasado para no repetir los errores”.

“Creo que es algo que va a reforzar nuestra democracia y aunque seguramente habrá críticas estoy seguro de que una gran mayoría de peruanos va a considerar que valía la pena ese museo”.

En suma, tener un Museo de la Memoria es construir un referente a los errores que podemos cometer cuando la violencia, el fanatismo y la ideología extrema –de uno y otro lado- reemplaza a la lucha civilizada que tienen los hombres en búsqueda del poder que es la política.

No podíamos estar condenados a ser un país de desmemoriadas gentes.

Más que un monumento al dolor, el Museo debiera ser un ícono a lo que el hombre es capaz de hacer cuando la violencia reemplaza a la ley, la libertad y el orden.

El terrorismo destruyó no sólo vidas y familias, sino instituciones.

La democracia y sus autoridades fueron abatidas por el fuego del fanatismo. Aunque también –hay que reconocerlo- en nombre de la democracia se cometieron abusos y barbaridades igualmente condenables.

El Museo debe representar ambos lados de la medalla para al final encontrar una lección. La lección de que esta historia de sangre no se repita jamás.

Para que los ojos, mentes y conciencias que vendrán en el futuro, vean, piensen y sientan lo que alguna vez ocurrió en nuestro país.

27 febrero, 2009

Museo para un país de desmemoriadas gentes

Se ha ofrecido construir un Museo de la Memoria en un país desmemoriado. Esa es la tragedia. Desde el gobierno, se ha dispuesto –literalmente hablando– echar tierra sobre los muertos ya muertos. Ahora se entiende a Vallejo: “Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo!”.

Tenemos un ministro de Defensa que no defiende la memoria, defiende el olvido y -quien sabe-, con el la impunidad.

Los gobernantes nos dicen que nadie quiere acordarse de los miles de muertos que dejó la guerra interna. Que todos quieren olvidar la etapa de horror y muerte ciega que vivimos los peruanos. Que un Museo de la Memoria es mantener abiertas las heridas.

Mentira. Las heridas jamás se cerraron; continúan abiertas esperando justicia. No ojo por ojo; justicia. No castigo; justicia.

¿Y qué es justicia? dirán. Es paz, reconciliación, desarrollo, inclusión.

Justicia es pan.

Pero no el pan del ministro de Defensa: "Si yo tengo personas que quieren ir al museo, pero no comen, van a morir de inanición. Hay prioridades".

Sino el pan nuestro de cada día, ese que se gana con sudor, con trabajo, con dignidad.

¿Por qué tanto temor a la memoria colectiva de los pueblos?

Todos los pueblos que han sufrido guerras y destrozos físicos y psíquicos, erigen museos no para conmemorar el horror, sino para recordar lo que no debe volver a suceder.

Las heridas de la guerra no sanarán si no somos capaces de asumirlas plenamente. ¡Un presidente está sentado en el banquillo acusado de crímenes de lesa humanidad!

Ni el ministro de Defensa, ni las Fuerzas Armadas, tienen por qué sentirse ofendidos si se construye un museo que muestre la brutalidad de la guerra interna.

No hay guerra limpia. El hombre es el lobo del hombre y eso se cumple en toda acción de armas.

¿Y para qué queremos un Museo de la Memoria?

Para enseñarle a las futuras generaciones que no deben caer en el oscurantismo del terror.

Para que nuestros hijos aprendan que la paz que hoy disfrutamos fue -un día no muy lejano- un tiempo oscuro.

Para que no olvidemos todos que en nombre de la paz, hubo peruanos que se mancharon las manos de sangre.

Para no ser un país de desmemoriadas gentes.