14 diciembre, 2019

Desigualdad

El informe del PNUD 2019 es contundente: “En todos los países hay muchas personas con escasas perspectivas de vivir un futuro mejor. Carecen de esperanza, sentido de propósito y dignidad; desde su situación de marginación, solo les queda contemplar a otras personas que prosperan y se enriquecen cada vez más”. 

Hace tres semanas, sosteníamos aquí algo parecido. Los ciudadanos en diversas partes del mundo están enojados y mejor conectados. Albergan un sentimiento de insatisfacción y hartazgo frente a la autoridad. La brecha entre sus aspiraciones y la realidad —que no cambia—, les genera desesperanza y frustración. Y cuando el ciudadano no encuentra satisfacción, se queja en las redes y en las calles.

El informe del PNUD advierte que hay algún aspecto de nuestra sociedad globalizada que no funciona, y señala como causa la “ola de desigualdad” que comienza en el nacimiento —y aun antes— y que de no tomar medidas radicales puede profundizarse hasta volverse irreversible.

Sin políticas adecuadas que remedien las inequidades, el peor panorama es que las desigualdades de ingresos y riqueza entre los grupos humanos genere, a la larga, un desequilibrio en el poder político que ensanche el abismo, perpetuándolo.

El riesgo es que el poder político caiga en manos del poder económico y se sirva permanentemente de él. Cuando eso ocurre, los que menos tienen, preocupados por sobrevivir, pierden su acceso al poder y a generar cambios. 

Solo un 3,2% de personas en los países menos desarrollados tiene educación superior, frente a un 29% en los países desarrollados. El avance tecnológico, si bien ofrece soluciones para democratizar su uso, por ahora, ensancha las diferencias. Dejar de ser analfabeto digital es un reto enorme para todos. No hay forma de ayudar a una persona que carezca de estas habilidades para seguir avanzando en el mundo desarrollado.

Amartya Sen definió el sentido que teníamos que darle al concepto de desigualdad. Entenderla como la búsqueda de la igualdad. ¿Pero, igualdad de qué? De las capacidades que tienen las personas para tomar decisiones en su vida. Estas capacidades, que en el fondo miden su nivel de libertad, van cambiando conforme cambia la persona.

Así, a las capacidades básicas del pasado le suceden hoy nuevas capacidades aumentadas.  

Las capacidades básicas son propias del Siglo XX: esperanza de vida al nacer, aprender a leer. En esto hemos avanzado. Las capacidades aumentadas, en cambio, son del Siglo XXI. Implican acceso a servicios de calidad en educación y salud o el uso de tecnologías de la información.

En el mundo que vivimos no basta el derecho de ir a votar (capacidad básica), sino el de participar plenamente en la esfera política, hasta conseguir ser elegido (capacidad aumentada). Las capacidades de primera generación están relacionadas con la vida y muerte, las de segunda generación con la calidad de vida de las personas, con sus aspiraciones. Son estas últimas las que generan el enojo, el reclamo airado, el hartazgo de la gente, en diversas partes del mundo. 

Si esto sigue, tendremos grietas profundas entre las personas, las sociedades y los países. Diferencias que cataclismos como los que genera el cambio climático en los países menos desarrollados, agravarán más. Es urgente mirar el futuro para planificar desde ahora el recorte de las inequidades económicas y sociales; pero, también, atender la expectativa que tienen todas las personas de vivir con dignidad. No más, ni mayor desigualdad. 
  

08 diciembre, 2019

Dinero y política

Que los empresarios financien partidos políticos no debe sorprender a nadie. Siempre lo han hecho. Y siempre lo harán. El problema no es que lo hagan, sino que escondan esa ayuda. El financiamiento debe ser transparente, bancarizado y de libre iniciativa. Sin imposiciones ni topes.
En Estados Unidos nadie criticaría que una empresa importante financie al partido demócrata o republicano. Sería extraño más bien que no lo haga. El financimiento proviene no solo de empresas, sino de organizaciones sindicales, religiosas, medioambientales, culturales y hasta filántropos.
La diferencia entre el sistema americano y el nuestro no es solo la ley. Es el espíritu de la ley, la costumbre, la cultura, la forma cómo nos organizamos y vivimos. Allá existen instituciones, reglas y normas muy claras para interactuar entre las personas, para organizar su sociedad y para actuar en la economía y practicar la política.
Existe algo fundamental, una cohesión social llamada confianza. 
En una sociedad así, el rol de los partidos políticos es mediar, representar, defender, los intereses de la sociedad. Y mientras la sociedad tenga grupos o asociaciones que representar —empresas, sindicatos, grupos sociales, étnicos— es lícito que lo hagan a través de los partidos.
El problema en nuestro país es que no estamos acostumbrados a este tipo de representación y respaldo económico. Los aportantes no quieren verse involucrados en apoyar a uno u otro candidato. Desconfían de la ley. Sienten que sus empresas se verán perjudicadas porque en lugar de la ley aquí ha predominado la ley del más fuerte. O la vieja costumbre de “para mis amigos todos, para mis enemigos, la ley”. 
Dudamos ed todo y de todos. La entrega oculta de apoyo económico a un partido revela una conducta torcida a cambio de futuras compensaciones o granjerías del poder. Un mercantilismo puro —mal endémico del empresariado peruano— de quienes no les gusta competir y ganar, sino solo lucrar. 
No estamos, pues, en una democracia anglosajona que permite, garantiza y regula el lobby, como herramienta necesaria para el ejercicio eficaz de la política. La suspicacia hace que estemos ante un escenario de aprovechamiento del poder económico para influenciar en el poder político. 

Por otro lado, el dinero entregado de manera informal, a escondidas, no solo desequilibra la cancha política, sino que engaña a los electores. Hoy, los cambios en la ley de partidos acotan el financiamiento partidario a 120 UITs para personas naturales o jurídicas o a 250 UITs para actividades proselitistas. Todo debidamente bancarizado y con identificación expresa del aportante. 

Es un avance. El único financiamiento prohibido debe ser, por supuesto, el que proviene de fuente ilícita. Pero mejor sería transparentar toda ayuda económica. Cualquiera puede hacer con su plata lo que quiera. Si algunos samaritanos deciden donar su dinero a uno o varios partidos, los electores, al menos, lo tendríamos en cuenta, a la hora de votar. Lo que no debe volver es la democracia censitaria, aquella donde el poder del voto no estaba basado en la persona, sino en la renta. 


01 diciembre, 2019

Perú 2050*

Como una corriente marina fresca y anchurosa que subyace en el mar fangoso y movido de acontecimientos políticos ligados a las denuncias de corrupción, la CADE 2019 se dio tiempo para hablar del futuro. 

El periodista Andrés Oppenheimer abrió la sesión con un resumen de su reciente obra —Sálvese quién pueda— en la que relata los cambios que experimentarán algunas profesiones  en los próximos años, producto del avance de la denominada Revolución 4.0.

En un escenario de robots inteligentes y de nanotecnología algunas tareas y trabajos desarorllados por humanos serán reemplazados por robots, algo que ya viene ocurriendo desde ahora con transcriptores, secretarias, contadores, anfitriones, dibujantes, profesores, médicos y periodistas.

Contra lo que podría pensarse, los cambios más dramáticos no serán en los países desarrollados —donde la tecnología de punta es la vanguardia de la productividad— sino en países de ingresos medios como México o Perú que en muchos sectores de la producción, sobre todo en servicios, tiene ocupada mano de obra no calificada.

El otro enfoque prospectivo del país lo presentó el director de El Comercio, Juan José Garrido, con el adelanto del Proyecto Perú 2050 que busca despejar las incógnitas de cómo será el mundo y el país de aquí a treinta años y qué cambios será posible esbozar en algunos conceptos claves como: demografía, tecnología, medio ambiente, política, economía y sociedad.  

La prospectiva no es futurología. No predice el futuro ni lo adivina. Es una disciplina que ayuda a construir escenarios partiendo de la realidad actual y proyectando sus indicadores en diferentes niveles, modelando sus resultados futuros. 

Como dijo Sebastiao Mendoça Ferreira, asesor de Perú 2050, algunas cosas sabemos y tenemos certezas; de otras no. 

Hay consenso que en tres décadas el mundo tendrá más o menos 9.700 millones de personas. El centro económico del planeta será China que recuperará el poder económico, centrándolo en el Pacífico, donde estuvo hace más de 500 años, hasta que el descubrimiento de América viró su eje hacia el Atlántico.

En ese momento tendremos ciudades que serán tan grandes como países. El mundo será mayoritariamente de clase media. Si en 1820 el 84% de la población del planeta fue pobre o muy pobre, el 2050 apenas el 3% lo será.

En tecnología, los celulares serán 10 mil veces más potentes a los que conocemos hoy. Este dispositivo estará dotado de Inteligencia Artificial, lo que lo convertirá en un dispositivo indesligable del ser humano, un Asistente Inteligente Personal (AIP); una computadora que ayudará al hombre a realizar todo tipo de tareas ocupacionales, intelectuales y/o recreativas.

En aquel momento ingresaremos de lleno al sistema quántico de procesamiento de datos, millones de veces más potente que el sistema binario que tenemos ahora. Esta tecnología permitirá resolver algunos de los problemas que encierra procesar millones de datos a la vez como el modelamiento climático, el modelamiento genético o económico.

Si la revolución industrial superó la capacidad física del ser humano al saltar del procesamiento manual a la máquina movida por energía, la Inteligencia Artificial, por primera vez en la historia de la humanidad, sustituirá las capacidades cognitivas del hombre.

El uso de la Inteligencia Artificial en la educación será el fin del profesor de aula, tal como lo conocemos. Los niños se relacionarán y aprenderán más y mejor con sus AIPs que con su profesor humano. El nuevo rol para los maestros será la de tutor, guía; un soporte emocional y social en el nuevo mundo de máquinas interactivas.

En política, la nueva tecnología hará ver a la democracia como un sistema obsoleto o al menos estancado. Más importante será el rol del cuidado del medioambiente y las decisiones que los gobiernos tomen sobre él que las ideologías para organizar la sociedad o la economía. Probablemente la palabra tecnopolítica cobre un nuevo sentido, ligada más a la calidad y efectividad de los servicios públicos en línea antes que a la diferencia entre funcionarios públicos y políticos. 

En esta perspectiva, el ejercicio sobre el futuro del Perú delineó cuatro escenarios, cuatro líneas de evolución de nuestro país que está en nuestras manos modelar:

1. El Perú Inercial. En este escenario, se prolonga el marasmo actual. No tenemos agenda mínima común. El Perú es un mosaico astillado de representaciones políticas. Algunas regiones logran crecimiento moderado y rápido, mientras que otras son consumidas por el decrecimiento y el despoblamiento.

2. El Perú Desarrollado. A diferencia de lo que tenemos hoy, el Perú ha logrado mejorar la cooperación, la conexión y la comunicación entre sus líderes. Existe una agenda que se mantiene independientemente de quien gobierne, el crecimiento es sostenible y entre la población hay mayor respeto y confianza.

3. El Perú Fragmentado. En este escenario, los grupos extremistas han tenido éxito en su prédica y práctica. Han crecido. Las instituciones democráticas se han deslegitimado y el país vive periodos largos de inestabilidad política y social, lo que a la larga genera también inestabilidad económica. Surgen líderes populistas.

4. El Perú Autoritario. Aún cuando la democracia sigue siendo el sistema de gobierno que prevalece, su esencia se ha desvirtuado. Surge un líder autoritario elegido en democracia. No importa su ideología. Puede ser de izquierda o de derecha. Es un excelente comunicador que domina los mecanismos tecnológicos de control ciudadano. Usa el populismo como doctrina inspiradora y método de gobierno.

¿Política ficción? No. Solo probabilidades. Escenarios. Prospectiva. Situaciones que pueden materializarse o no, pero que ayudan, parados como estamos en nuestra realidad —con vecinos indignados y movilizados—, a pensar bien qué debemos hacer los peruanos para construir el futuro que soñamos. El Perú que pensaron nuestros fundadores: una República, al fin, de ciudadanos.




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* El Proyecto Perú 2050 es una iniciativa del Diario El Comercio que busca producir una Hoja de Ruta de crecimiento y desarrollo para el país. El presente post se ha escrito en base a las exposiciones de Juan José Garrido, Sebastiao Mendoça Ferreira, Rodrigo Isasi y Ximena Vega, presentadas en la CADE 2019.