29 julio, 2019

Presidente Vicarra: que se vayan todos

Lo hizo. Para poner fin a la crisis política que ha tenido enfrentado y entrampado al ejecutivo y legislativo, desde el inicio del gobierno me refiero al periodo PPK, el presidente Martín Vizcarra decidió jalar la cadena, adelantar elecciones y recortar su mandato y el de los congresistas, coincidiendo con el sentir de la calle: que se vayan todos.
Sin partido, sin bancada, sin fuerza para aprobar las reformas políticas como las que había planteado, pero también sin capacidad para resolver los problemas sociales ligados a la minería, el presidente eligió una salida política a la crisis y parálisis en la que se encontraba.
En junio pasado, cuando empezó a gestarse el choque terminal de poderes, decíamos aquí que: “Entre trabajar y construir el consenso en torno a las reformas políticas o coincidir con la calle y patearle el trasero al legislativo, el ejecutivo prefirió lo segundo”. Una reforma política señalamos entonces, requiere tiempo, debate más allá de las organizaciones políticas y mucho trabajo para construir consensos, pero que, por lo visto, “Estamos a punto de tirar todo por la borda y entrar a una vorágine electoral interminable. Nuevo Congreso. Referéndum. Elecciones generales. Otra vez nuevo Congreso”. 
Para contrarrestar su debilidad institucional y de gestión el presidente recurre al referéndum, un mecanismo de la democracia directa insertado en la Constitución del 93, cuyo abuso hay que precisarlo— puede derivar en lo que se conoce como “Democracia plebiscitaria”, una característica de gobiernos más populistas que democráticos que prefieren consultas directas al pueblo en lugar de canalizar estas expectativas a través de los canales representativos.
Recurrir de forma permanente a la voluntad del soberano refleja tanto la carencia de estructura y fortaleza partidaria propia como un agotamiento del juego democrático de la representación política. Cuando estas dos falencias se encuentran, el vacío de representatividad que siente la calle puede ser llenado por el gobernante con una estimulante como plebiscitaria caracterización personal de la política.
Una vez más, entre la calle y el Congreso con una mayoría que no aprende de sus errores, el presidente política y mediáticamente elige la calle. “Propongo una salida a esta crisis institucional. Presento al Congreso una reforma constitucional de adelanto de elecciones generales, que implica el recorte del mandato congresal al 28 de julio del 2020”. “Yo también me voy”, agregó, ganándose platea y cazuela.
La medida del presidente de adelanto de elecciones es constitucional. El referéndum es un mecanismo válido para salir de la crisis. Una válvula de escape ante la imposibilidad de resolver por la vía del diálogo y el acuerdo las diferencias políticas. Pero no hay que olvidar que la deliberación de los grupos representativos pasa directamente a las masas y abusar de este recurso puede dejar al presidente de la República al borde del caudillismo carismático. La vacuna frente a este nuevo mal es que se cumpla realmente el espíritu del referéndum: que se vayan todos. Al borde del bicentenario, hemos vuelto a la normalidad: ser un país de desconcertadas gentes.

13 julio, 2019

La noticia en la era digital (III)

Verdad vs Posverdad

Junto al cambio climático, el hambre, la desigualdad, el populismo y la escasez de agua, la posverdad es uno de los seis problemas del mundo moderno. No es que la desinformación no haya existido antes. Por el contrario, como mecanismo de confusión, tergiversación, manipulación, existe desde siempre. Lo que hoy asombra no es ni su existencia, ni su esencia, sino su velocidad de propagación; la viralización.

El monopolio de la desinformación no está más en los gobiernos, empresas o medios de comunicación. La democratización de las nuevas tecnologías de la información pone al alcance de cualquier persona la posibilidad de intoxicar el espacio informativo, contaminando noticias reales con falsas. 

En nuestro país el ejemplo más cercano es el suicidio del ex presidente Alan García. Desde que se supo la noticia de la gravedad de su estado hubo gente que se resistió a creerla. La red se inundó de fotografías reales y falsas del ex presidente en la sala de emergencia, de tomografías del cerebro dañado, de relatos hechos por terceros a partir de transmisiones de televisión. Esa sensación de incredulidad se mantuvo tras el entierro del ex presidente. Aún hoy existe gente que no cree que Alan García se haya suicidado. Esas personas están convencidas de que el ex gobernante se libró de la justicia, urdió un plan para escapar y salió caminando tranquilamente por el aeropuerto disfrazado de mujer.

Vivimos la era de la posverdad. Cualquier persona tiene los elementos de comunicación al alcance de la mano para fabricar historias reales o falsas. Puede a la vez crear o ayudar a crear corrientes de desinformación. La posverdad vive de la gente escéptica por naturaleza dispuesta a consumir ese tipo de noticias fantásticas, increíbles, escabrosas, burdas o asombrosas y que se retroalimenta de ellas. Antes solo los gobiernos utilizaban estos sistemas de desinformación. Hoy cualquier chico en redes es un potencial perturbador informativo.

Los Algoritmos

La clave para que esto ocurra es la velocidad en que se codifican, transmiten y decodifican las informaciones. Eso es posible gracias a los algoritmos, expresiones matemáticas, que analizan datos y que están en todas partes. Lo controlan todo, desde las operaciones que hacemos en el supermercado, en el cajero del banco, en las atenciones que recibimos en la clínica, hasta en los sistemas educativos que escogemos, la deudas financieras, las veces que viajamos, la forma en que gastamos nuestro sueldo.

Esos códigos matemáticos examinan nuestras búsquedas en internet, nuestro comportamiento en redes sociales, chequean los sistemas de seguridad de nuestras tarjetas de crédito y hurgan en nuestros teléfonos móviles. 

En la mayoría de los casos facilitan las tareas informáticas complejas, pero también hay quienes mal utilizan la información. ¿El resultado? El lado oscuro de la modernidad: fraudes financieros, fake news, discursos de odio, democra-redes, ciberataques y guerra electrónica.

Dura Lex

La respuesta del mundo real no se ha hecho esperar. Alemania, desde el 2018, tiene una ley que impone sanciones a los medios sociales hasta de 50 millones de euros sino eliminan las publicaciones cargadas de odio. La Asamblea Nacional de Francia acaba de aprobar un proyecto de ley similar que exige a las empresas tecnológicas propietarias de redes sociales como Facebook o Twitter la eliminación de los mensajes de odio en un plazo máximo de 24 horas. Si la falta es grave, se propone sanciones económicas hasta 1 millón 250 mil euros. El presidente Emmanuel Macron pretende, además, que el nuevo marco legal pueda detener la propagación de contenido falso en este tipo de servicios.

Pero, no se confundan. El problema de fondo no son las redes, sino quienes las manejan. Sin principios, valores o ética, cualquier tecnología puede generar más daño que provecho.  Los científicos consideran que el  verdadero desafío del presente consiste en pensar «cómo sacaremos (en el futuro) el mejor provecho a la inteligencia artificial para beneficiar a la sociedad y minimizar su daño potencial». El poder de las nuevas tecnologías requiere, como todo poder, un control. El primero, es usarlo con responsabilidad y para solucionar los problemas —reales y virtuales— que el mundo padece. Si eso no funciona, está la ley.



06 julio, 2019

La noticia en la era digital (II)



Tecnología vs investigación
El periodismo es una industria y como tal, desde el lado de la producción, está ligado al desarrollo industrial. La invención del tipo móvil en la imprenta inició la producción en masa del proceso de difusión de ideas. De la impresión de la biblia a los primeros libros, no pasó mucho tiempo para que las noticias se produjeran en cantidades industriales. Las máquinas aceleraron la fabricación de periódicos y luego con la era moderna se extendió y profesionalizó el servicio de venta, distribución y publicidad de los medios. 
La nueva era de las tecnologías de la información siguen impactando e innovando el periodismo. Los buscadores de información ayudan en la producción de  contenidos. Hay, incluso, una nueva especialidad periodística basada en la búsqueda, análisis y procesamiento de información contenida en múltiples plataformas on line, creíbles y serias: el periodismo de datos. Lo que no ha cambiado —ni lo hará— es el valor de la veracidad, el procedimiento obligatorio, deontológico, ético, de contrastación de la fuente, la búsqueda de equilibrio informativo, la imparcialidad y objetividad que tienen o deben tener las noticias.
La automatización de la información no puede reemplazar la esencia misma del periodismo que es la búsqueda de la verdad. Tecnología sin ética es avance, pero no desarrollo, ni personal ni social. El ejemplo del proceso de modernización del  The Washington Post puede ayudar a entender este tema. Hace cinco años, el diario fundado en 1877 fue comprado por el magnate de Amazon, Jeff Bezos. El hombre que inventó una nueva forma de vender libros por internet inició, entonces, el proceso de modernización y transformación digital del legendario periódico. Entre sus periodistas figura Bob Wodward, el mítico periodista de investigación quien junto a Carl Bernstein destapó el CasoWatergate.
Bezos ha hecho una millonaria inversión para colocar al Post en la era digital. Y lo ha conseguido. Hoy el legendario diario norteamericano ha recobrado su crecimiento apostando por una fuerte revolución tecnológica. Pero, al mismo tiempo, ha recuperado prestigio, reputación, credibilidad de marca, apoyando el trabajo de sus periodistas de investigación que tienen hoy todas las herramientas necesarias —incluidas las tecnológicas— para hacer su trabajo.
Las Fake News 
El verdadero peligro que enfrenta el periodismo digital no es la automatización de las noticias, sino su credibilidad. Puede que los robots avancen en la identificación, desarrollo y redacción del “qué”, “quién”, “cuándo” y “dónde”, pero el “por qué” y “cómo” es todavía un coto reservado para la interpretación humana. Los optimistas dicen que siempre se necesitará un editor para contar una historia. Los pesimistas señalan que no por mucho tiempo más. En todo caso, en el terreno de la información profusa que existe en el internet, existe una nueva modalidadse que amenaza el flujo informativo, al punto que ha alertado a diversos gobiernos y entidades públicas y privadas del mundo: las fake news
Los acontecimientos políticos más importantes —Brexit, elecciones en Catalunya, Estados Unidos—han sido contaminados por esta nueva amenaza del periodismo, como especialidad, pero de la sociedad en general; una forma viralizada de escalar noticias abiertamente mentirosas o no reales. Una fake news es una información falsa, engañosa, distorsionada intencionalmente con el objeto de causar daño reputacional. 
En Europa, a raíz de campañas electorales y casos de consulta ciudadana en los cuales aparecieron noticias que perturbaron dichos procesos, se tuvo que nombrar una comisión especial para estudiar este fenómeno y establecer recomendaciones que, en ningún caso, pasaron por leyes reglamentaristas o que signifiquen un límite a la libertad de expresión.  Lo que la comisión de expertos encontró fue que el problema central de las noticias falsas se encuentra en su corazón: los datos.
Los datos son el material de base con el cual el periodismo construye la información. Si estos no corresponden con la realidad, entonces, lo que conviene es corregir la información de manera rápida y eficiente. Esto ha hecho que surja un nuevo tipo de profesional dedicado al “fact-checking”; es decir, a la verificación y al estudio de la desinformación. Por ahora, son grupos independientes de periodistas u otros profesionales que confrontan los datos —con ayuda de la tecnología, el periodismo de datos o el datamining—, para verificar su autenticidad. Por la salud del periodismo, deberán ser las propias empresas periodísticas las que especialicen a sus profesionales en chequear, detectar, escudriñar y aclarar noticias falsas.
Los Fact-Checkers
El otro detalle con la difusión masiva de noticias irreales es su viralidad; y eso se debe a que detrás de ellas hay algoritmos —pequeños demonios convertidos en fórmulas matemáticas—que las hacen crecer de manera exponencial. Estos algoritmos seleccionan la información y la disparan a la estratósfera virtual, aumentando su visibilidad. Algo que deberían aprender las noticias auténticas.
 Si bien la comisión europea concluyó que la desinformación a escalas siderales es un problema, no tuvo el mismo convencimiento para identificar sus causas, el nivel de impacto, las estructuras de amplificación o los intereses asociados a este fenómeno. Señaló, en cambio,  que se trata de un problema multifacético, sin una sola causa potencial y, por lo tanto, con varias aristas en su solución. 
Por lo tanto, la manera de enfrentar las fake news va más por apoyar o promover medios informativos independientes o grupos de profesionales expertos en verificación de datos que hagan uso de fuentes confiables y que a su vez tengan un rápido acceso a los medios multiplataforma.  En otras palabras, crear una comunidad de fact-checkers —al interior de los medios o independiente de ellos— parece ser el mejor camino por ahora para mejorar la credibilidad y reputación de las noticias que circulan en la red. 
Las oficinas públicas y las instituciones privadas tienen aquí el reto enorme de mantener equipos bien afiatados que compartan información y que tengan una relación fluida con las principales compañías tecnológicas para estimular etiquetas de verificación en artículos. En España nacieron, por ejmplo surgieron “Maldita Hemeroteca” y “Maldito Bulo”, dos organizaciones privadas dedicadas a cazar noticias falsas. Pero no solo noticias, sino todo tipo de información que no cumpla con los estándares de veracidad; esto incluye memes, whatsups, posts o cualquier otra pieza digital que navegue el la red y que se viralice.
Aquí en el Perú empezamos a tener ONGS de periodistas que van por ese camino. Periodismo de investigación, de datos. RPP tiene una sección semanal para analizar si las declaraciones de sus entrevistados son verdad, mentira o medias verdades. El Comercio también dedica un espacio —La posverdad de la política— para escudriñar las declaraciones de los políticos y calificar sus declaraciones de verdaderas, falsas o imprecisas. Son avances. Nuevas formas de enfrentar la desinformación. En una era de vértigo informativo, lo más sensato es tomarse un tiempo para meditar, analizar y discernir lo que existe en la red. Porque, como dijo Marco Aurelio, hace cientos de años, todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Y todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad.