16 diciembre, 2020

Los sin vacuna


La pandemia no solo ha desnudado las falencias del Estado. También las del ser humano. Hoy el mundo ve nacer a un grupo de hombres y mujeres marginales, vulnerables, descartables, expuestos al contagio, sin derecho a proteger la vida: Los sin vacuna. 

 

Si algún sentido tiene el calificativo de Tercer Mundo es este. Un mundo de tercera. Olvidado, sin tecnología, ni laboratorios, ni industria farmacéutica propia. Un mundo con recursos, pero con déficit de gestión. Incapaz de comprar una vacuna.

 

Una galería donde pululan los apetitos y las luchas anodinas por el poder.

 

Un galpón donde se privilegian los intereses particulares antes que los colectivos. Y donde el Estado es un remedo o una ficción, y desatiende su principal razón de ser: proteger la vida y la seguridad de los ciudadanos.

 

Hoy son las vacunas. Fuimos incapaces de prever, cerrar las negociaciones, concretar y pagar por adelantado los pedidos. En el camino quedaron tres presidentes, ministros y gestiones. En su lugar aparecieron protestas, manifestaciones, cierres de carreteras y muertos. 

 

Ayer fueron pertrechos de guerra. En lugar de unirnos frente al conflicto internacional, nos volvimos locos buscando los mendrugos de poder. Nos peleamos en plena Guerra del Pacífico. No compramos las armas que debíamos. Y, por si fuera poco, esquilmamos el Estado, escapando con el botín. 

 

Si algo aprendimos de la historia es a no ponernos de acuerdo en la emergencia. A acusarnos y a pelearnos de todo y por todo. La pandemia, por lo tanto, no nos asusta. Nos obliga a bajar la guardia. Nos impele a irrespetar el distanciamiento físico. A romper las reglas. A petardear el poder en lugar de fortalecerlo. Igual hoy como ayer.

 

Mientras un grupo de seres humanos, algunos vecinos, empezaron a vacunarse, nosotros estamos arrumados en el vagón de tercera. En el de primera van los que tienen industria farmacéutica. En segunda, los que no fabrican vacunas, pero, al menos, tuvieron la sapiencia de comprar. 

 

Los peruanos, aplicados durante años en tener las cuentas macroeconómicas en azul, nos enfrentamos a la dura realidad de estar jalados en recursos humanos. Porque plata había. Capacidad de pago existe. ¿Acaso no hemos quemado las reservas internacionales para evitar el quiebre de las empresas? ¿No nos hemos endeudado por 100 años? 

 

Una vez más nos fallaron.  Los políticos no estuvieron a la altura de las circunstancias. Se pelean entre todos. Se distraen zarandeando el poder. 

 

El resultado es una sociedad arrojada al mundo de las sombras, del miedo. Un lugar donde moran los seres descartables, los sin vacuna, los que deben apelar a la inmunidad del rebaño para salvarse.

 

Porque eso somos, finalmente, un rebaño humano. 

 

Así como los sin tierra, sin agua, sin techo y sin trabajo, nace hoy un nuevo mundo perecible de seres-vacunos, sin vacuna.

 

13 diciembre, 2020

El otro boom del agro


Hay otro boom en el agro. Y esta semana estalló. Las cifras que explican este otro "boom", no están en dólares, sino en magros soles. Es el problema central de la protesta social que terminó con la Ley de Promoción Agraria: los sueldos bajos. Alrededor de este punto hay reclamos por derechos de salud, laborales y tributarios. Pero, lo central de la explosiva respuesta del trabajador del campo es el aumento de sueldos. 

El jornal promedio actualmente es de 39 soles por 8 horas de trabajo. Las penalidades y descuentos pueden reducir en la práctica el monto a 20 soles. Si descontamos el desayuno, almuerzo y pasajes casi no queda nada para el diario. No hay ahorro. Ni planes. Ni horizonte de vida.

 

El jornal es sobrevivencia pura y dura. Evidencia de que algo no funciona. Así pasamos del boom agro exportador a la explosión del agro trabajador.

 

El mayor problema parece ser la informalidad que además arrastra una serie de distorsiones e inseguridades. Si el trabajador es captado por una service (en complicidad o no con la empresa formal), no tiene derechos, ni beneficios. Nada. El jornalero informal depende solo de su fuerza de trabajo. Agotada ésta es reemplazada por otro y así sucesiva y abusivamente.

 

Digan lo que digan, no hay punto de comparación entre el crecimiento de las ganancias de la agroexportación y el sueldo de sus trabajadores. Es como si el primero subiera por ascensor y el segundo por escalera. El siguiente cuadro lo confirma. 

El problema, entonces, no es de crecimiento del empleo, sino de calidad del mismo. Es en el salario donde las distorsiones, entre lo formal e informal, se hacen más evidentes. Y aquí es donde se ancla el reclamo de los trabajadores en la comisión multipartidaria del Congreso de la República.

 

Las negociaciones deben equilibrar las posiciones en algún punto entre 40 y 70 soles diarios. El otro punto asociado directamente al principal es la temporalidad de los contratos. Debe mejorarse en la nueva propuesta que se elabore. El empleo temporal —característico en la agricultura— no tiene por qué ser precario. El trabajo estacional debe asumir proporcionalmente los costos de gratificaciones, vacaciones y seguro médico. 

 

Sobre este punto convendría que se evalúe la necesidad de crear supervisores especializados en empresas agrícolas —una especie de Sunafil especializada en trabajo agrícola: Sunagro—, un organismo técnico que entienda las características especiales que tiene la empresa agroexportadora formal, que tiene, además, el know-how de ser supervisada por empresas multinacionales con estándares mucho más exigentes para acceder al mercado externo.

 

Trabajo decente es no solo un concepto. Si en verdad aspiramos a ingresar al exclusivo club de los países de la OCDE, debemos empezar por mejorar las condiciones laborales de los trabajadores, aumentar sus jornales, es decir, embridar sus derechos a los beneficios del boom agroexportador. 

 

 

05 diciembre, 2020

Entre espontáneos y representativos



¿Qué tienen en común la marcha de los jóvenes y de los trabajadores agrícolas que lograron cambios dramáticos en las últimas semanas: la primera un nuevo gobierno y la segunda la derogatoria de la Ley de Promoción Agraria vigente hasta el 2031?

 

Que ambas manifestaciones carecieron de representantes, dirigentes o líderes identificables.

 

Es un fenómeno global, la explosión de las masas carentes de liderazgos claros. A tal punto que si el gobierno hubiera querido seriamente iniciar una mesa de conversaciones no habría podido señalar a quiénes sentaba enfrente.

 

Ni los propios levantados hubieran podido hacerlo.

 

Es una realidad que merece ser analizada. Ni lo jóvenes que salieron a protestar ni los agricultores que bloquearon las carreteras tuvieron dirigentes con quienes se pudiera dialogar. 

 

Ha sido la masa, una turba organizada, con dirección, pero carentes de representantes, la que ha logrado dos de los más importantes cambios políticos en los últimos años.

 

En el primer caso, el mecanismo de sucesión constitucional se puso al límite con tres presidentes sucesivos en dos semanas.

 

En el segundo, el tercer presidente en ejercicio —cuarto en el periodo 2016-2021— decidió el camino corto de la derogatoria de la norma antes que el camino largo de la negociación sin representación.

 

En el camino quedaron gobernadores, alcaldes y viceministros. Los trabajadores del campo solo aceptaban a ministros y al presidente de la república para negociar. 

 

Sin representación, la institucionalidad parecía una palabra hueca, carente de contenido.

 

¿Qué atizó las protestas? A primera vista no parece haber sido un partido político ni un grupo de interés ni algo remotamente parecido a un movimiento social.

 

En el caso de las manifestaciones de los jóvenes, esa presencia masiva multiplicada por el efecto de las nuevas tecnologías obedece a un estado de ánimo, a un hartazgo del establishment político y a un signo de que vivimos en la sociedad no solo del espectáculo, sino de la desconfianza.

 

La protesta de los agricultores sí ha sido contra las condiciones infrahumanas de empresas informales que creen que hacer productivo el campo implica el retorno del caporalismo o yanaconaje. 

 

Los agricultores carecen de dirigentes nacionales en los partidos políticos. No hay tampoco un movimiento agrarista acorde con el crecimiento de trabajadores en la agroexportación.

 

No es el caso de los jóvenes, quienes han avanzado con cuotas obligatorias en las listas en todas las elecciones nacionales y subnacionales. En su caso, hay representación, pero no liderazgo.

 

Tal vez por la ausencia de organismos de nivel como el Consejo Nacional de Juventudes (CONAJU), que de tener un asiento en el Consejo de Ministros el 2002 pasó a ser una secretaría a partir del 2006.

 

Estando tan cerca las elecciones generales se abre una oportunidad interesante para ver la capacidad de los partidos de escuchar y dar espacio a estos dos grupos sociales, además de las mujeres que tienen también una agenda sectorial propia. 

 

No vaya a ser que de tanta presencia espontánea de grupos descontentos pasemos a un espontaneísmo activo en las calles, una práctica conocida en las izquierdas radicales para ganar a río revuelto y agudizar las contradicciones al margen de partidos y organizaciones representativas.