14 marzo, 2013

Revocatatoria, lo que se juega el domingo


Los pobres de Lima le pasarán la factura este domingo, no a Susana solamente, la alcaldesa de Lima, sino a la clase política en general. El voto de los de abajo le dirá nuevamente a los políticos que el pragmatismo y el clientelismo están vigentes cuando se vive en los cerros o el arenal.

No tenemos una democracia a la europea o a la occidental, institucionalizada. Tenemos una democracia electoral débil, superflua, a merced de los cantos de sirena de caudillos populistas.

Tenemos populismo electoral. Y la población, mayoritariamente, me temo, tiene alma populista.

Quizás no hay mucho que explicar cuando no se tiene trabajo ni agua, ni oportunidades para enfrentar los requerimientos mínimos que exige la vida diaria.

No hay forma de hacer llegar un mensaje de honestidad, transparencia, cambios estructurales, cuando la necesidad inmediata de las familias con menos recursos es “cómo paro la olla hoy”.

No digo que en esas condiciones de vida extrema, no existe una cultura ética, pero sin duda las necesidades de obtener ventajas concretas (una escalera, alimentos, dinero), pueden hacer mucho más permisible esta franja de la conciencia moral.

La dignidad existe en el ser humano. Y se pone a prueba en cada uno de los actos que hacemos. Pero a mayor necesidad este mecanismo conductual puede invertirse.

De eso se aprovechan algunos políticos para sacar ventaja. Apelan directamente a las necesidades primarias de la población vulnerable para inducir sus opiniones y, si pueden, torcer su voluntad a cambio de promesas. Es el populismo pragmático.

Parafraseando al gran escritor Albert Camus podemos decir que el populismo no se edifica sobre las virtudes de los populistas, sino sobre las faltas de los demócratas.

El populismo es el reemplazo de los mecanismos de la democracia, siempre lentos y engorrosos por la búsqueda de consenso, por  los de resultados inmediatos del pragmatismo populista.

Una escalera por aquí, una psicina por allá. ¿Quién se toma el tiempo para preguntar si esto es más necesario que formalizar el comercio ambulatorio, ordenar el tránsito o realizar campañas de educación ciudadana? Pamplinas. El pueblo no puede esperar, dicen los populistas.

El problema con esta forma de pensar es que se empieza a reemplazar en la mente de la gente los mecanismos de ordenamiento, construcción y conducción democráticos por otro sistema de relación clientelar con las masas pobres y mayoritarias.

El gobernante populista desarrolla así una relación directa y dependiente de su voluntad con los sectores marginados utilizando un modus operandis de cooperación y sometimiento. Les regala pescado, en lugar de eseñarles a pescar. A la larga, esta conducta resiente la democracia tal como la conocemos.

Una cosa más, el caudillo populista coloca su nombre en todas las obras que realiza. Busca fortalecer la relación no entre la institución y el pueblo, sino entre el pueblo y él. No deslinda entre lo público y lo privado. No educa a la gente y la malacostumbra al punto de volver tolerable la corrupción. No importa que robe con tal que haga obra.

Todo esto se juega este domingo. No solo la revocatoria o no de una alcaldesa, sino la preferencia de un estilo de gobierno. Y algo más profundo, el modelo de funcionamiento de la democracia. Cualquiera que sean los resultados, esto es lo que se define este domingo.

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