04 abril, 2013

La Haya y el jurel


(Por: Diego García Sayán, Jueves, 04 de abril de 2013 | 4:30 am)  Sea cual sea el contenido de la sentencia de La Haya, tanto Chile como Perú se han comprometido  a cumplirla. Esa reiteración ha probado ser muy útil pues ha contribuido a generar un ambiente de tranquilidad en los dos países y a no exacerbar pasiones. Ahora todo está en manos de los jueces internacionales.
Habrá después un contexto diferente al quedar resuelto el único contencioso pendiente entre los dos países abriéndose muchos temas y avenidas a explorar. Podrían ser, entre otros, la dinamización de las conversaciones en el ámbito militar y de la seguridad. Apuntando, entre otros aspectos, a una completa y total limpieza de las minas antipersonales sembradas en la zona de frontera, por ejemplo. También hacia acuerdos de integración energética de manera que, por ejemplo, el Perú le pudiera vender energía eléctrica al vecino del sur. Digo esto solo a modo de ejemplo.

Lo más acuciante y tangible, sin embargo, puede ser definir políticas comunes para preservar los recursos pesqueros precisamente en la zona marítima materia del actual contencioso. Con el objetivo, doble, de preservarlos y de generar un espacio sostenido de cooperación bilateral. La clave allí está en el jurel, por banal que pueda esto sonar a algunos. Esta es la especie para consumo humano de mayores niveles de captura en el Perú. Y la pesquería del jurel es, a la vez, la principal en Chile, usándose esta especie también para harina. Enfrentar la perspectiva de depredación de la principal riqueza pesquera de esa zona que es el jurel, es vital y se anclaría en el papel pionero que los dos países tuvieron en la historia en la protección de los recursos pesqueros.

Es grave lo que viene ocurriendo con el jurel, otrora abundante en nuestro Pacífico Sur. Su biomasa pasó de 30 millones de toneladas a solo tres millones en apenas veinte años.
Espeluznante. Todo por una pesca con controles deficientes. Cierto es que existen disposiciones internas  y acuerdos multilaterales de distinto orden, de los que son parte los dos países. Eso puede haber tenido alguna modesta incidencia en evitar que el daño sea mayor. Los dos más relevantes son la Comisión Permanente del Pacífico Sur y la más reciente Organización Regional de Ordenamiento Pesquero del Pacífico Sur (OROP- PS) regulada por una Convención que ya fue firmada por Chile, China, Colombia, Nueva Zelanda, Islas Cook, Islas Feroe, Perú y la Unión Europea pero ratificada por casi nadie.
El hecho es que estos mecanismos son obviamente insuficientes. Por eso, es una ocasión de dimensiones históricas para que Perú y Chile emprendan acciones conjuntas pensando en la historia y en las futuras generaciones. Primero, estableciendo en esta área una “zona de colaboración y de protección pesquera” que podría servir de ejemplo en el mundo en la cooperación bilateral. Abarcando tanto la zona económica exclusiva (ZEE) de ambos países como la zona adyacente de “alta mar” (el jurel es una especie que migra). Allí se debería condensar una agresiva política bilateral de conservación del jurel en esos espacios marítimos.

Estableciendo, por ejemplo, topes anuales de captura muy conservadores para las flotas nacionales, controlando de cerca a las extranjeras y concordando en una talla mínima de la especie para que proceda su pesca. Hoy es de 31 cm de LH –longitud de horquilla– en el Perú y de 26 cm en Chile; debería ser no menor de 31 cm en ambos casos.
Además de ello se debería dinamizar una acción conjunta – apuntando a “una sola voz”– en los acuerdos internacionales a cargo de este tema. Por ejemplo, en espacios como la OROP- PS, en donde nuestros países no actúan de manera muy “convergente” que digamos. Además, completando los pasos para que los dos países ratifiquen la Convención sobre Recursos Pesqueros de Alta Mar del Pacífico Sur y apuntando a que las políticas de Estado en esta materia sean semejantes. Tanto en la diplomacia como en el mar con la preservación del recurso frente a flotas de terceros países.

Con pasos como este nuestros países estarían cosechando, mutuamente, para el beneficio e interés de ambos pueblos. Sentando, además, una ejemplar pauta de definición de políticas de Estado conjuntas conservacionistas.  

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