08 diciembre, 2014

Represas Altoandinas y COP20



Esta experiencia debe contarse, tal como la narra su protagonista, Teodoro Rojas, alcalde de Tupichocha y presidente de la Mancomunidad de la Cuenca de Lurín, quien la acaba de presentar en la COP 20. Es la historia de un pueblo que se viene adaptando al cambio climático construyendo reservorios de agua de lluvia en las alturas de Lurín. Ya son diez los reservorios construidos que, en conjunto, suman 1 millón de metros cúbicos de agua.
“Aquí en las alturas vivimos. Siempre hemos vivido aquí. No nos queremos ir a otro lugar. Esta es nuestra tierra. Es duro vivir aquí. Si llueve, sembramos. Si sembramos, comemos. Todos los años esperamos las lluvias. Antes, mis abuelos me contaban que llovía diario, tres meses al año.  Pero, ahora, algo está pasando. Todo el año es seco, seco. Este año llovió apenas 15 días en marzo. Es el impacto del cambio climático en nuestras montañas.
Un día se va a secar la lluvia, pensaba; pienso. Algo tenemos qué hacer. Todos los años subimos a las partes altas a limpiar los canales. Es una fiesta. Contentos vamos a trabajar en Las Amunas. Todos trabajamos. Pero, no basta. Hay que pensar en otras formas para tener más agua. El agua de lluvia es limpia, clara, fresca.  Aunque llueva pocos días, llueve bastante. La mayor parte se pierde en el mar. No la podemos retener.
Hace unos años, con mis hermanos comuneros, nos pusimos a trabajar. Yo pensaba que el agua que discurre por las laderas se podía retener. Los ingenieros pensaban que no. Yo no entiendo de Ingeniería. Pero sí conozco las montañas.
Algunas son de roca, fuertes. Impermeables. Otras son arcillosas, porosas. Diferentes son las montañas. Cada una necesita su tratamiento.
Para las montañas duras, construimos diques para contener el agua. A veces teníamos éxito, a veces no. Hasta que dominamos la montaña. Así construimos nuestro primer reservorio de agua de lluvia.
Otra vez, observamos un terreno que tenía un vaso natural donde las aguas convergían. Cavamos profundo y juntamos el agua que cae del cielo. Así construimos nuestro segundo reservorio.
Cuando la tierra es suave, usamos material impermeable. Caminamos horas y horas por los cerros subiendo nuestro material. No nos cansamos. Pensamos en el agua que vamos a almacenar. Así construimos el tercero, cuarto quinto, sexto y los demás reservorios.
Hoy tenemos en total, 10 reservorios de agua de lluvia que almacenan 1 millón de metros cúbicos de agua en nuestro distrito. Tenemos agua no solo para sembrar y comer, sino para producir más y vender. Y queremos seguir construyendo reservorios.
Estamos también cambiando nuestra costumbre de regar por inundación. No podemos seguir usando el agua de esa manera. Si tanto nos ha costado retenerla, no podemos malgastarla. Por eso, poco a poco, estamos cambiando a riego por goteo. Le damos a la planta lo que la planta necesita. No es fácil cambiar nuestras costumbres, pero vamos viendo y vamos probando.
Hemos aprendido que el problema no es la tierra. El problema es el agua. Debemos sembrar bosques y recuperar pastos en nuestras montañas para captar agua en el subsuelo. Y generar una esponja hídrica que recargue el acuífero de la cuenca.
Si no sembramos bosques o ichu, en las laderas, las lluvias pelan las montañas, dejándolas sin vida. Reservorios, riego tecnificado, bosques y pastos son parte de un conjunto, no solo para preservar recursos naturales y medio ambiente, sino para preservar la vida en las cuencas andinas.
Así nos adaptamos al cambio climático. Si miramos bien las montañas y comprendemos la lluvia, veremos que es posible hacerlo.
Hemos aprendido que el ciclo del agua nace en el cielo como en la tierra. Y que debemos juntar las manos para retenerla. El agua es un espejo del cielo. Debemos mirar, comprender y hacer”.

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