06 junio, 2020

Adiós, Madre



Querida Madre,

No pude abrazarte, ni besarte, ni alisar tus cabellos, en la hora final. Tú que solo diste amor toda la vida, te vas sin que pudiera coger tu mano. No es justo. No es humano. Por eso te escribo esta carta. Para que la leas en el camino. Para que sepas que estarás viva en mis recuerdos, en mis oraciones, en mis tribulaciones y alegrías. Solo se ha ido tu corpus, Madre, no tu esencia. Tu envoltura, no el amor que irradiabas por tantos, tantas veces. El cuerpo ha cumplido su ciclo, acotado por la pandemia. Pero la vida en su expresión más profunda, continúa su viaje. Debe ser por eso que el amor a la madre es infinito. Porque se anida en el espacio más grande que tiene el ser humano para los seres que quiere: el alma. 

Ve tranquila, cumpliste tu misión en La Tierra. Luchar fue tu destino. Trabajar, tu camino. Diste todo por tus hijos, hasta lo que no tenías; sacrificándote siempre. Llegaste a Lima a los once años y dejas este mundo a los ochenta. Viniste del campo a la ciudad y te acostumbraste a la vida agitada, al tránsito, al reloj. Añorabas tu Piura natal, cómo no, la recordabas verde, con olor a tierra mojada, a leña de algarrobo y sabor a mojarras frescas. ¿Soñabas con ella? Porque soñabas, y todas las mañanas te levantabas temprano para contarle tus sueños a mi tía Amada. Historias realistas, otras fantásticas, de agua limpia y agua sucia, de escaleras, de parientes, de amigos, de viajes, de comidas, de animales, de vida de niña y de mujer. Me despertaba tu voz y la sonoridad de tus relatos e interpretación. 

Esos sueños freudianos los aprendí de ti. A propósito, Carl Jung decía que la psique no responde a las leyes del espacio y del tiempo. Eso explica las visiones, los sueños, el mirar antes de doblar las esquinas, la sensación de haber estado en un lugar antes. Auténticas vivencias, manifestaciones no físicas de otra dimensión. Lo mismo pasa con los recuerdos y los sentimientos: viven mientras se sientan, y se proyectan sin las ataduras del tiempo y del espacio.

Mi razón se doblega ante el sentir, querida Madre. Solo quería dedicarte estas líneas para agradecerte haberme regalado lo más preciado que podemos tener: la vida. Hoy, en medio de la más absoluta soledad, cumplo con devolverte al lugar de donde venimos, para que encuentres eterno descanso y paz. Pero quiero que sepas que no te quedas aquí. Tú te vienes conmigo. Te llevaré por siempre en mi corazón, hasta que la luz de mis ojos se apague y nos volvamos a encontrar en la inmensa y celeste eternidad. 

Te quiere,

Tu hijo, Lucho.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Linda carta primo.
Todo su amor que nos deja mi tía Jesús es lo que nos mantendrá unidos como familia. Dar sin esperar nada a cambio.
Abrazos primito!

JASB dijo...

Mi más sentido pésame por la partida de tu mamá, querido Lucho Beto. Hermosa tu carta y tú homenaje a ella. Un gran abrazo y mucha fuerza
Tu amigo
Juan

Unknown dijo...

Nunca se van lo seres que queremos Luis Alberto, como escribes al final, tu madre se quedará contigo. Un abrazo

Dante Alfaro