12 julio, 2015

Encuestas y Poder


¿Las encuestas ayudan a gobernar o, por el contrario, son una amenaza al poder? Sí. No. No sabe/No opina. Veamos:

Antes que un instrumento del mal, las encuestas son una herramienta para conocer la opinión de la gente. No es un veredicto, ni una sentencia. Es simplemente el pulso de un estado de ánimo. Revelan, si se quiere, el humor de las personas.

No hay dos encuestas técnicamente iguales. Difieren en el diseño metodológico, en la muestra y hasta en la técnica de recojo de la información. Por lo tanto, no hay dos resultados iguales.

No es lo mismo preguntar si mañana fueran las elecciones por quién votaría usted por teléfono, que hacerlo personalmente; enseñando fotografías de los candidatos o esperando una respuesta espontánea del primer nombre que se le venga en mente.

Las encuestas muestran un dato de la realidad en un momento dado. En el transcurso del tiempo, si el dato se mantiene y crece, traza una tendencia. Pero por más negativo que sea ese dato, no reemplaza la voluntad popular. Ni al gobierno. Ni remece el poder.

La encuestocracia genera ruido, pero ruido de papel.

Lo que verdaderamente zarandea el poder –o lo consolida, dependiendo quién y cómo lo use–, es la acción política.

Desde el poder, la inacción política es la base del desacalabro.

Lo que está en discusión es si las encuestas retroalimentan la opinión pública o solo reflejan el sentir de la misma. Hay un poco de cada cosa. Algunas personas se dejan llevar por la opinión de los demás; otras prefieren elaborar sus propias refelxiones;  y hay quienes se resisten a seguir a los demás.

Lo segundo que se discute es si los medios de comunicación, al levantar información negativa de las encuestas y –a partir de ellas sostener campañas contra el gobierno–, contribuyen también a crear, sostener o amplificar el ruido político.

Contribuyen, efectivamente. Pero ­–nuevamente–, es ruido de papel.

Mientras la grita no pase de las portadas y las columnas de opinión, la preocupación del gobierno no debiera distraerse en pelear con los medios, sino en cumplir su agenda de trabajo.

Peor que el ruido mediático es el silencio informativo. Simplemente desapareces de la agenda mediática. En ese caso, lo que se hace es buscar medios alternativos de comunicación que rompan ese aislamiento.

La opinión pública no se genera en los medios de comunicación. Antes que lo que piensa el editorial de un medio, el gobierno debe preocuparse en lo que dice el ama de casa, el taxista, el trabajador independiente, el campesino del ande. Y a ellos se debe dirigir.

Por ahora, la mejor manera de conocer lo que piensa la gente sigue siendo la encuesta. El sondeo de opinión es la primera herramienta de gestión de la política. Puesto al servicio del gobierno es un elemento valioso para el diseño y testeo de políticas públicas. En conclusión, el gobierno no debe pelear con las encuestas; por el contrario, las debe valorar. Excepto que se compruebe una grosera manipulación, al estilo de lo que vimos en la etapa Montesinos-Fujimori.

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Artículo publicado en Diario 16, el domingo 12 de julio de 2015.


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