Tras
dos días de debate parlamentario, el gabinete Zavala –con 121 votos a favor, 2
abstenciones y 1 en contra– obtuvo el voto de investidura, tal como manda el
Art. 130 de la Constitución.
Su
discurso ha sido analizado desde diversos puntos de vista. Lo que no se ha
dicho mucho es la tremenda fuerza política que tuvieron sus palabras en la parte
introductoria.
El
premier destacó la promesa de vida peruana de Jorge Basadre y engarzó en ella
los logros de los últimos cinco gobiernos, sin retaceos ni mezquidandes.
A
Fujimori le reconoció haber impulsado las reformas fundamentales para
estabilizar la economía, recuperar la vitalidad productiva del país y
combatir el terrorismo.
A
Paniagua, el haber impulsado (devuelto,
diríamos mejor) la institucionalidad democrática.
A
Toledo, el haber consolidado los cimientos para lograr un crecimiento
sostenido, haber impulsado la descentralización y la apertura de mercados e
integración comercial.
A
García, haber continuado el crecimiento económico y la reducción de la pobreza.
A
Humala, haber impulsado la inclusión social y concluido el proceso de cierre de
nuestra frontera.
Esta
suerte de "continuidad gubernamental sustantiva", Zavala la consideró
como el resultado de una muestra de madurez de nuestra clase política;
"producto de la cooperación".
No
ha sido tanto, en realidad. Pero suena bien. Sobre todo para alguien que sabe
que va a necesitar hilvanar consensos en el Congreso para poder ejecutar su
plan de gobierno.
En
todo caso, es la primera vez que una alta autoridad política, en el poder,
reconoce los logros de los cinco gobiernos que lo preceden, sin generar
controversias ni molestias.
Reconocer
a Fujimori, sin mencionar el quiebre institucional del 5 de abril, fue un paso
audaz del primer ministro. Un envión de 500 libras, para hablar en términos
olímpicos.
Luego
de eso, y de conceder en soltar algunas críticas a la gestión anterior –sin
representación en el Parlamento–, el ministro y su gabinete miraron el tablero
electrónico para esperar con tranquilidad el resultado de la votación.
Si
esta actitud de colaboración del fujimorismo se mantendrá a lo largo de todo el
periodo de gobierno, lo veremos pronto, cuando el gabinete Zavala vaya por más
y solicite oficialmente la delegación de facultades legislativas.
Puede
que el ánimo no sea igual de entusiasta. Pero, aún entonces, el Premier puede apelar al momento final de su discurso: "Diferencias habrá, pero estoy
convencido de que lo que nos une es más grande que lo que nos divide".
Y
siguiendo el pensamiento Basadre, añadir: "La promesa de la vida peruana es
posible solo en unidad dentro de la diversidad. Deseo que juntos construyamos
una sola República, orgullosos de nuestro pasado y optimistas del futuro
próspero que nos merecemos y que estoy seguro todos unidos contribuiremos a
lograr".
De
pasar este segundo obstáculo –el de las facultades delegadas– el ministro
Zavala no tendrá que preocuparse más de si es más técnico que político.
Esa
distinción no se mide por lo que pensamos y aspiramos, sino por lo que hacemos
y logramos. Y en su caso, sus actuaciones lo presentan, más como un seguidor de
la halterofilia política, que olímpica.
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