El problema entre Keiko Fujimori y El
Comercio no es un problema de titulares. Ni de información sobre lo que dijo o
no dijo Marcelo Odebrecht. No es, por cierto, un problema de naturaleza semántica
o de interpretación. Es un problema político. Y también de miedos.
El problema radica en que Keiko siente que el
tema Lava Jato podría terminar por envolverla y comprometer su futuro político al quedar mancillada en el proceso de corrupción.
Ella cree que tras la denuncia de El Comercio
y la investigación del Ministerio Público por lavado de activos al ex
secretario general de FP, Joaquín Ramírez, y al propio partido Fuerza Popular, como banda criminal
organizada, existe una campaña político-mediática-jurídica en su contra que busca
sentarla en el banquillo de los acusados.
Bajo el argumento de que no hay mejor defensa
que el ataque, la lideresa de FP ha decidido defenderse, es decir, ejercer
el poder que tiene en el Congreso y plantear una lógica de lucha de poderes, de consecuencias impredecibles, que podría no dejar títere
con cabeza.
Una especie de ataque Parham o ataque de la
reina malvada, en ajedrez, que obliga a movimientos rápidos de la reina casi al
iniciar el juego, exponiéndose a ataques, aunque salvaguardando su integridad pronto,
tras una retirada táctica.
En este juego "alocado" de la
reina, el presidente de la República es llevado a las cuerdas de la Comisión
Especial que investiga el tema Lava Jato para enredarlo, obligándolo a
comparecer ante ella con la finalidad de que caiga en alguna contradicción que
amenace la continuidad en su puesto.
Al Fiscal de La Nación se le ha puesto una
denuncia en la SubComisión de Acusaciones Constitucionales, acusándolo de no actuar
diligentemente en procesar a las empresas peruanas socias de Odebrecht, y de
haberse parcializado en la investigación y haber retrasado los trámites de
extradición a otros procesados.
A cuatro magistrados del Tribunal
Constitucional también se les ha amenazado con una acusación constitucional por
un tema relacionado con una votación que consideraba el Caso de El Frontón como
cosa juzgada y que según el presidente de dicho órgano, el procedimiento del
colectivo se enmarca dentro de su jurisdicción e independencia de poderes.
También se le ha cargado las tintas a las
empresas peruanas Graña y Montero y JJC, al modificar en el Congreso el Decreto de Urgencia
003-2017 y comprenderlas en las restricciones que en principio eran solo para
Odebrecht y que impide tres cosas: 1) Transferir dinero fuera del país hasta
que paguen la reparación civil, 2) Vender activos sin autorización previa
del Ministerio de Justicia, y 3) Retener sus
utilidades provenientes de contratos en otras obras que tengan con el Estado.
Por si fuera poco, el juego de la reina
enfiló baterías contra el Diario El Comercio a quien amenazó con denunciarlo penalmente,
según ella, por haber mentido al informar que Marcelo Odebrecht declaró a los
fiscales peruanos que fueron a Curitiba a interrogarlo, que, en efecto, tenía la certeza de haber
financiado la campaña presidencial de Fuerza Popular.
En menos de una semana, el ataque de la reina ha sido
despiadado.
El objetivo político de Fuerza Popular ha ido contra el nervio
central de la institucionalidad democrática: La Presidencia de la República, el
Ministerio Público, el Tribunal Constitucional y la Libertad de Expresión. Un
fuego cruzado que nos ha devuelto —como un Deja vu—, a lo peor de la década del noventa. ¿Cuál será ahora el juego del Ejecutivo? ¿Cómo se responde un ataque Parham? Esperaremos a ver el movimiento de alfiles y torres que se viene.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario