10 febrero, 2019

Los Sin Agua


En Brasil a fines de los noventa se generó el Movimiento Sin Tierra. Millones de trabajadores rurales se organizaron para reclamar un justo y equitativo reparto de la tierra. En el Perú, podría formarse el Movimiento Sin Agua. Existen cerca de 5 millones de peruanos sin agua potable y el doble de connacionales sin saneamiento. La mitad de los peruanos sin acceso al recurso hídrico, vive en los cerros, arenales y pedregales de Lima.

A raíz del desastre ambiental ocurrido en San Juan de Lurigancho, el alcalde diseccionó su distrito en sectores y encontró que el 70% de su población vive en las laderas y cumbres, donde no llega el agua, sino por camiones cisternas que no se dan abasto para atender las necesidades del distrito. Según el economista Roberto Abusada, 2.8 millones de limeños vive esta misma situación, en los cerros.

Necesitamos aumentar la capacidad hídrica, mientras Sedapal pierde el 30% del agua que produce y mientras los pobres pagan veinte veces más por el agua de cisterna. Llenar un tanque de 1,100 litros en Cristo Rey en San Juan de Lurigancho cuesta 15 soles y puede durar quince días si se restringe el aseo diario a una ducha semanal. En el Asentamiento Humano Santa Rosa, al norte de Lima -según informa hoy el diario El Comercio- ese mismo tanque cuesta 20 soles y solo dura una semana si el agua se utiliza para lavar ropa. En San Isidro, donde los vecinos tienen servicio de agua las 24 horas, 1,100 litros de agua cuesta 1 sol con 12 céntimos. Los pobres pagan veinte veces más por el agua.

No es fácil para el Estado dotar de agua en los cerros. Tener agua en las partes altas de Comas y Collique, así como en muchas de las zonas periféricas de la ciudad, demoró entre 30 y 40 años. Para la empresa privada aún no existen incentivos necesarios para probar otras alternativas como desalinizar el agua de mar (quizás la solución a futuro para una ciudad ribereña como Lima), o sembrar bosques y cosechar agua en las cabeceras de cuenca, o represar el agua de lluvia y promover las amunas o la infiltración de agua en los cerros, como lo hacen las comunidades altoandinas.

Llevar agua a las alturas de los cerros implica doblegar la gravedad. Por eso resulta caro. Mientras, el Estado sí podría organizar la distribución de agua de cisternas evitando que las mujeres pobres que viven en esas laderas y cumbres pierdan horas de horas bajando hasta el surtidor de agua y rogando y casi secuestrando los camiones cisternas para que suban a sus casas. ¿Quién puede organizar un flujo constante de agua a los cerros de Lima, con días y horas de reparto? ¿Sedapal? ¿La municipalidad? ¿La organización popular?

El alcalde Alex González demostró que sectorizar el distrito en una emergencia, le permitió tener un panorama ordenado y estratégico de las necesidades de la población. Esa misma lógica debe usarse de manera constante. 

Cuando escasean los servicios, cuando falta el agua, vivimos en emergencia permanente. Sectorizar el territorio, nombrar un responsable por zona, organizar e identificar los liderazgos locales y fiscalizar los servicios públicos puede ayudar, tal vez no a solucionar del todo, pero, al menos, a paliar las necesidades de la población. 

Hasta que el Estado resuelva el déficit de infraestructura en agua y saneamiento que tiene el país que suma 12 mil 252 millones de dólares, según ha calculado la Asociación para el Fomento de la Infraestructura (AFIN). El plan máximo de Los Sin Agua.  




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