14 noviembre, 2020

N12: democracia en la calle


La democracia, esencialmente, está ligada a la calle. Nace allí. Todos los movimientos sociales que generaron cambios en la sociedad empezaron en la calle. La lucha por los derechos civiles, los derechos humanos, los derechos medioambientales. Todos. La reforma universitaria de 1918, la lucha por las 8 horas, la lucha por el voto para la mujer, para los analfabetos. La lucha por recuperar la democracia. Todos. No hay la menor duda; la democracia en sus orígenes, primero que nada, es una expresión popular.

 

Existen los partidos, los foros, las organizaciones, y ahora las redes, para encausar las propuestas. Pero cuando estas germinan en medio de un proceso de desinstitucionalización, con partidos políticos que no representan a nadie o cuando hay grupos de interés económico que contaminan y pervierten los partidos, entonces las anchurosas avenidas y plazas son el espacio natural del debate y la confrontación política.

 

El caso más reciente de manifestaciones populares que logró cambios políticos acaba de ocurrir en Chile. Empezó como un reclamo de los estudiantes frente al alza de los pasajes en el subterráneo y un año después terminó con la convocatoria a una asamblea constituyente para un nuevo pacto social. Es lo que pasa cuando las tensiones sociales se acumulan en el tiempo. Los estallidos sociales se encauzan luego a formas más racionales de hacer política como una asamblea constituyente.

 

Leer la calle es fundamental no solo para los politólogos o sociólogos, sino, para los políticos. En el Perú, desde el 2000-01, con la Marcha de los Cuatro Suyos, no ha habido expresiones políticas en las calles de la magnitud que hemos visto el 12N. No solo fue una marcha en el centro de Lima. Fue multiradial, con varios focos en los distritos, provincias y fuera del país.  Y multicanal, no solo con gente en las calles, sino también cacerolazos en los barrios, y redes sociales efervescentes alborotando el ciberespacio. 

 

Es un error pensar que se trata de protestas que liberan tensiones por un largo encierro pandémico, o por frustraciones personales debido a la pérdida del empleo o del semestre académico. No. La calle está caliente porque no acepta la salida política a la crisis. Hay un desacuerdo generalizado frente a la vacancia planteada y frente al nuevo gobierno instalado en el poder.

 

Lo que estamos viendo en calles y plazas es lo más parecido a una desobediencia civil. Un acto de protesta ciudadana y juvenil -pero no solo juvenil- frente a la política de hechos consumados y  de statu quo que vivimos.  Una respuesta ante el stablishment político. Un cansancio a la forma en que se hacen las cosas. Un hartazgo frente a la manipulación y cinismo político. Un desembalse social al margen de los partidos políticos. Una vez más, estamos ante una democracia sin partidos de ciudadanos sin república, para hablar en términos Vergarianos. Una reacción de las calles, en las calles, que haría bien en escuchar y entender el parlamento y el ejecutivo. Esto no tiene visos de calmarse. Todo lo contrario.

 

El Tribunal Constitucional tiene ante sí la responsabilidad histórica de dirimir con argumentos jurídicos y constitucionales claros, precisos y justos, lo que por ahora la calle intuye y es su fortaleza en las manifestaciones: que el argumento de vacancia por incapacidad moral permanente ha sido usado de manera irregular y ha primado la fuerza de los votos antes que la racionalidad de la medida. Una decisión que ha desbordado las costuras constitucionales.

 

La democracia en la calle es una señal de libertad, pero también de que los mecanismos institucionales para procesar las diferencias están desechos. ¿Qué saldrá de todo esto? La fotografía completa la tendremos el 11 de abril del 2021, cuando se procese el resultado de las ánforas. 

 

 

 

 

  

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