07 agosto, 2021

El hombre nuevo

 

El hombre nuevo es un mito. Una utopía. Una idealización. El hombre nuevo lo han modelado desde la religión hasta la política, pasando por la filosofía y la psicología.  Todos quieren construir o reconstruir un hombre nuevo. Un hombre diferente, con valores, celestial, puro, armonioso. Pero el hombre, siendo como es, se resiste y sigue siendo humano, imperfecto, sinuoso, libre. 

 

Los bolcheviques en la década del treinta idearon un hombre nuevo, el hombre revolucionario, del pueblo y para el pueblo. Los fascistas probaron luego hacer algo parecido, un hombre disciplinado, marcial. Los nazis intentaron crear una nueva raza humana. Los polpotianos bañaron en sangre su país para conseguir lo mismo. 

 

Cada una de estas utopías colectivistas ha caído. Simbólicamente el derribamiento del Muro de Berlín tiró abajo la matriz de estas ideas. Quedan, sin embargo, muros mentales que faltan derribar. Altas murallas de ideas desfasadas que se resisten a morir.

 

El hombre nuevo que aún existe en la cabeza de algunos comunistas es hoy un venerable y jurásico abuelo homofóbico, misógino, los últimos ejemplares de una especie que se resiste a desaparecer. 

 

Una mentalidad de ese tipo no es para estos tiempos. Vivimos tiempos de libertad, de respeto a la diferencia y diversidad, de tolerancia. Son tiempos nuevos.

 

No estamos más en un mundo monocromático, ni siquiera binario, sino multicolor, variopinto. Es un mundo diferente, en efecto, nuevo, que tiene nuevas formas de expresarse. Quien no pueda darse cuenta de esto no puede dirigir la política de un país. 

 

El hombre nuevo no existe. A no ser que respetes su diversidad y su libertad.



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