El Presidente de la República está en una
encrucijada. Ha hecho cuestión de Estado sobre el voto de confianza del
Congreso a su quinto gabinete; colocando a su gobierno en un curso de colisión con
las fuerzas de oposición de consecuencias imprevisibles.
¿Qué escenarios pueden presentarse?
El primero es que se mantenga la correlación
actual. Un limbo jurídico en el que las fuerzas de oposición no le niegan la
confianza al gabinete, pero tampoco se la otorgan, manteniendo su voto en
abstención, situación que desgastaría no solo al Ejecutivo, sino al país.
Una segunda opción es que en estas 48 horas
algunas fuerzas del Congreso –léase conglomerados AP-Frente Amplio, Unión
Regional, Pepecistas y demás– “mediten” su voto y decidan “por el bien del
país”, otorgar finalmente la confianza al gabinete. El costo es algo que el
Ejecutivo deberá evaluar.
Un tercer escenario es que estas fuerzas decidan
más bien negar la confianza al gabinete y votar decididamente en rojo. En este
caso, allanarían el camino al Ejecutivo que no tendría más opción que presentar
un nuevo gabinete.
Si esto último sucede, el Congreso quedaría
al borde de su propia viabilidad, pues un segundo gabinete baloteado, dejaría
al Presidente Humala en poder de disolver constitucionalmente el Legislativo.
Todo depende del camino que elija el
gobierno. Puede decidir compartir el poder y convocar a un gabinete de ancha
base (con nuevos aliados). O puede crear un gabinete nacional y de consenso
(como le propone Alan García), pero que no necesariamente signifique cuotas de
poder con otras fuerzas, sino la covocatoria de figuras reconocidas y de
consenso, una especie de gabinete de notables.
La tercera opción va más en la línea de lo
que acaba de decir el Jefe de Estado en Huarochirí.
“Tiene que cambiar la
política, por eso necesitamos una renovación en el pensamiento de los
políticos. Y que entendamos todos los políticos que tenemos que trabajar no
pensando en intereses subalternos, no pensando en intereses personales”.
Es
decir, no negociar ni repartir el poder. Persuadir y obtener la confianza sin incorporar
nuevas fuerzas al gobierno.
Si
eso no cambia, y el presidente se mantiene firme en su decisión, el curso de la
acción se traslada a las fuerzas de oposición.
A
partir de allí, serán esas mismas fuerzas opositoras las que deberán meditar si
les conviene denegar la confianza al gabinete exponiéndose a
recibir un segundo gabinete sobre el que no cabría más la abstención, pues, llegados
a ese punto deberán votar verde (para continuar equilibrando el poder desde el
Legislativo) o rojo para autodisolverse.
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