03 mayo, 2015

Protodemocracia

Hace bien el presidente Ollanta Humala en cortar en seco las posiciones altisonantes y temerarias, dentro de su partido, de cerrar el Congreso. La democracia no está para chantajes de uno u otro lado. Las facultades para legislar en materia económica y seguridad ciudadana pueden aprobarse o no. Y a 14 meses de terminar este gobierno, nadie puede pretender patear el tablero.

Hemos hecho avances notables en la región por alejarnos de las interrupciones democráticas por golpes o autogolpes. Sin ir muy lejos, hasta 1977 solo Costa Rica y Venezuela encajaban en América Latina en el rubro “países democráticos”. El resto países de nuestra región eran gobernados por dictaduras militares o civiles.

Los 80 y 90 constituyeron nuestra propia “primavera democrática”. Hasta 1994, 15 de 16 países considerados no democráticos en América Latina abrazaron la democracia. La excepción fue Cuba.
Si lo vemos con perspectiva histórica, los vaivenes democráticos que hemos tenido nos convierten en una región con memoria democrática reciente. No hay que hacer arqueología política para encontrar el origen de la democracia en nuestros países. Está a flor de piel, en nuestra "memoria corta".

Es más, la conquista de derechos civiles –emparentada con la democracia– nos persigue hasta nuestros días. Esta lucha está aún en pleno proceso de fortalecimiento. Cómo será de reciente la conquista y reconocimiento de ciudadanía que aún hoy se discuten los derechos individuales y colectivos de los pueblos indígenas.

En muchos aspectos, para muchos grupos humanos, en especial para los de abajo, la democracia no es sino un invento reciente, de la segunda mitad del siglo XX. Los derechos civiles en América Latina –entre ellos el derecho a votar, pero también el derecho a la libre asociación y a la libertad de expresión– han aparecido para diversos actores sociales en sucesivas etapas de la vida republicana.

Más que democracia, lo que hemos tenido en América Latina han sido protodemocracias o pseudodemocracias, sistemas irregulares e imperfectos, en pleno proceso de maduración y fortalecimiento, que tuvieron como primera fase de desarrollo el derecho censitario, es decir, el derecho de unos pocos –los que contribuían al fisco– a elegir sus gobiernos.

Tal como la conocemos ahora, la democracia es un hecho reciente. Estamos dentro de la tercera ola huntingtoniana. Tenemos un marco institucional precario, pero vigente, en el que se toman decisiones políticas debido al poder emanado del voto. Ese poder es limitado por el juego de mayorías y minorías.

En lo político, se desarrollan elecciones de manera regular, existe relativa y normal independencia de poderes, una libertad de expresión vigorosa y vigente –con algunas sombras en algunos países–, y una política de apertura comercial, aunque diferenciada, en el fondo, cada vez más integrada al mundo.

En este aspecto, tenemos una democracia formal incipiente –a la que llamo “protodemocracia”– que lo que debe ganar es legitimidad y no al revés. Hacer lo contrario o proponer chantajes como cerrar el Congreso si no se aprueban las facultades que se solicitan, es caer en la pseudodemocracia.

-----------------

Artículo publicado en Diario 16, el 3 de mayo de 2015.




No hay comentarios.: