08 agosto, 2015

El Perú Cholo



José Matos Mar (1921-2015), pudo ver, estudiar y fotografiar el Perú en movimiento, en permanente transformación. Ese Perú que por años fue olvidado –y en muchos aspectos sigue siéndolo– y que emergió de los Andes con una fuerza brutal, pero pacífica, transformando para siempre el rostro colonial de Lima, pero, también, el alma y la identidad nacional.

Ese Otro Perú, como él le llamaba, empezó a llegar a la capital por oleadas a partir de mediados de los cuarenta; huía de la pobreza, el atraso y la falta de oportunidades. Ocupó las tierras más pobres de la ciudad: el arenal, los cerros, el pedregal. Clavó la bandera peruana y reclamó al Estado servicios básicos, infraestructura, salud, educación, trabajo.

Nacieron las barriadas, los asentamientos humanos, las urbanizaciones populares, transformadas hoy en distritos medianamente urbanizados, precariamente atendidos, pero con una fuerza laboral y empuje empresarial enorme desarrolladas al margen del Estado, con menos ideología y, por lo mismo, más emprendimiento que ciudadanía.

A esa marea humana, amorfa, chicha, multiétnica, que se diseminó en la ciudad, Matos Mar la llamó Revolución Cultural, un choque social, económico, político y cultural, entre el Otro Perú y el Perú Oficial, que desbordó al Estado y que al mismo tiempo tomó la forma de una sociedad nacional emergente.

Ese proceso no se ha detenido. Este primer periodo de casi ochenta años ­–si consideramos que estamos a seis años del Bicentenario– ha sido una etapa de conquistas de primer piso: agua, luz, pistas y veredas, títulos de propiedad. Los pobres del Perú se organizaron para reclamar estos servicios, pero una vez obtenidos, su nivel de organización social parece haberse resentido.

Una seguna ola transformadora se puede ubicar en el plano económico. Los pobres generaron su propio empleo. Autoconstruyeron sus casas. Organizaron sus mercados de abastos, de ferretería, carpintería, metal mecánica y hasta de artículos robados y reciclados. Hoy, muchos de esos enclaves de negocio informal y negro son consolidados centros comerciales. Los pobres de ayer son los emprendedores de hoy que se organizan, ya no invadir, sino, para comprar terrenos y levantar emporios comerciales e industriales.

La tercera ola transformadora está en pleno desarrollo y no se vislumbra por ahora qué forma terminará adquiriendo. Es la reforma política o ciudadana. Es menos clara, en la medida que la informalidad sigue siendo el sello de esta nueva sociedad. En este aspecto, los ex pobres, hoy emprendedores, son menos republicanos y cívicos que el Perú Oficial. Son más bien, contrarios a este tipo de orden. Buscan sacarle la vuelta a los dictados del Perú Oficial. Evaden impuestos. No respetan las reglas de tránsito. Y, por supuesto, no tienen una ideología definida o mayoritaria. No se sienten representados por algún partido político en especial y son esquivos a  cualquier fidelidad partidaria. Son inestables, políticamente hablando. Su comportamiento político se mueve por cardúmenes y son altamente sensibles, generando cambios inesperados.

Matos Mar vivió para responder una pregunta: ¿existe una sociedad nacional? Y murió viendo germinar, crecer y transformar ese nuevo Perú. Un Perú en movimiento que hoy tiene, pese a todo, una mejor autoestima, un alma colectiva más optimista, emprendedora y ganadora. Un Perú que al pie del orbe, como diría Vallejo, se para mejor en un mundo global y competitivo. Es el Perú Cholo. El Perú Cholo del Cholo Matos Mar. Descanza en paz, Amauta.










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