Remedios de Escalada, la esposa del general José San Martín,
no pudo ayudar a su marido en las tareas administrativas del poder. Murió de
tuberculosis dos años después de decretarse la independencia del Perú. Pero lo
hubiera hecho. Ayudó a recolectar fondos y joyas para la formación del ejército
patriótico.
Las esposas de los poderosos no son mujeres que solo atiendan
el hogar. En ninguna época. Aún cuando el derecho de género ni se conocía. Ni
qué se diga de la compañera de Bolívar, Manuelita Sáenz, la Libertadora del
Libertador.
Eso no quiere decir que la cónyuge comparta el poder. No,
nada de eso. Pero negar que las esposas de los poderosos formen parte –en la
casi mayoría de casos– del primer anillo del poder es negar la historia. Y
negar la realidad.
El asunto es rayar bien la cancha. Formalizar ese poder.
Evitar que opere en la sombra y que sea objeto de investigación, fiscalización y
sanción pública, si fuera el caso. Es mil veces mejor visibilizar y normar las
funciones de la cónyuge que dejar en el limbo jurídico sus actividades y roles.
En el país, todas las esposas de presidentes –de facto o no–
han centrado sus labores en diversos ámbitos de lo que puede llamarse
"ayuda social".
Consuelo de Odría realizaba reuniones, festivales y
actividades con el fin de recaudar fondos para "ayudar a las
barriadas". Violeta Correa de Belaúnde se dedicó no solo a abrir comedores
familiares, regalando equipos de cocina con ayuda privada y pública. Hizo más,
por supuesto, pero siempre con discresión.
Susana Higuchi de Fujimori terminó en problemas con el
despacho a su cargo al revelar que familiares del Presidente traficaban con las
donaciones que recibían del extranjero. Su hija Keiko ocupó su lugar.
Al llegar Alejandro Toledo al poder, no existía una
administración civil de Palacio de Gobierno. Todo estaba en manos de la Casa
Militar. Por eso, lo primero que se hizo fue crear el pliego presupuestal
Despacho Presidencial. Luego se aprobó el Reglamento de Organización y Funciones
(ROF) y dentro de el, se formó el
Despacho de la Primera Dama como órgano de apoyo al trabajo presidencial.
Eliane Karp orientó su trabajo a visibilizar las comunidades
indígenas y afroperuanas y a poner en valor la riqueza material e inmaterial de
nuestras culturas milenarias.
Al llegar el presidente García, eliminó este despacho. Sin
embargo, asignó a su esposa, oficinas y apoyo administrativo y logístico para
que opere dentro de Palacio de Gobierno.
El presidente Humala no restituyó el despacho para la
Primera Dama, pero sí creó la Dirección General de Bienestar y Acción Social
(DGBAS), desde donde su esposa comandaba las actividades que realizaba.
Hoy, el nuevo inquilino de Palacio decidió modificar el ROF
del Despacho Presidencial y crear una Oficina de Apoyo al cónyuge del
Presidente con funciones, tareas y presupuestos específicos.
Es lo mejor. Normar es transparentar. Y, de paso, fiscalizar.
Las funciones específicas dependerá del estilo de cada
cónyuge. Pero, si la señora del jefe del Estado va a realizar alguna actividad en apoyo al esposo-presidente,
es mejor que la ley establezca los alcances, límites y responsabilidades. El
despacho va. El despecho, la ojeriza y la crítica malsana, no.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario