Está claro que el
gobierno no forzará el dispositivo constitucional que tiene para hacer cuestión
de confianza sobre el resultado final de la interpelación al ministro de
Educación Jaime Saavedra.
Ni siquiera si este resultado fuera la censura.
El mecanismo de
activar los artículos 133 y 134 de la Constitución se debatió al inicio del gobierno, cuando se organizó el gabinete y se tuvo que enfrentar
el voto de investidura y la aprobación de facultades legislativas delegadas.
En ese momento, se
descartó la política de ir al choque con el Congreso. Y se optó por el mecanismo de convencimiento, de negociación bancada por bancada y,
eventualmente, por el pragmático razonamiento de ceder y conceder espacios de
poder a la bancada mayoritaria.
Todo, dentro de un
juego democrático de lo que lo que se conoce en la democracia occidental como Check and Balance, controles y
contrapesos.
El ligero cambio de
humor percibido en la semana indica que –al menos en teoría–, el tema se puso
nuevamente sobre la mesa. El propio jefe de Estado admitió que activar este
mecanismo –la cuestión de confianza– era una posibilidad.
Pero fue más un ejercicio
teórico que otra cosa. El Ejecutivo está en Modo On en su relación con el Legislativo. Su percepción es que no estamos ni de
lejos en un escenario de conflicto total o quiebre institucional.
Y no le falta razón. Estamos apenas en un
pulseo de fuerzas, moderado con la reciente publicación de los resultados de la
prueba PISA que si bien no son para saltar en un pie, al menos, indica
claramente el camino a seguir.
A estas alturas
sería necio que el resultado de la interpelación al ministro de Educación sea
la censura. No solo le haría daño el
gobierno que perdería un alfil, sino que sería contraproducente para la propia bancada
mayoritaria que no podría sostener su victoria ante la opinión pública.
De todas formas
habrá que estar atentos para el debate no se salga de cauce. Aquietar las pasiones.
El ministro Saavedra
deberá tener la paciencia de Job para no pisar el palito frente a los ataques
que soportará mañana; de todo calibre, incluso a nivel personal con el trabajo
de su esposa en la SBS.
Responder el pliego
interpelatorio con solvencia y serenidad es su boleto a conservar su puesto en
el Ejecutivo. No la componenda por lo bajo, ni el chantaje por puestos
públicos, a que nos tienen acostumbrados algunos "políticos
profesionales".
Si de cuestión de
confianza se trata, el ministro Saavedra ya tiene ganada la de la opinión
mediática. Y la de la calle, con los jóvenes movilizados a favor de la reforma universitaria. Esperemos que el Congreso entienda este mensaje.
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