No
hay un choque de poderes entre el Ejecutivo y Legislativo. Todavía. Lo
que hay es un Congreso que busca imponer su juego de local frente a un Ejecutivo
que por ahora no busca ni quiere confrontar. Uno propone, el otro
dispone, digamos.
No
hay por qué alarmarse. Es el natural reflejo del peso político que dejó la
campaña electoral. Un poder fracturado, cada quien comandando o la Plaza de
Armas o la Plaza Bolívar, pero con corredores que comunican o pretenden
hacerlo uno y otro espacio.
El reparto de la baraja del poder.
Esto
genera el natural tira y afloje de la acción política. Un Ejecutivo que
solicita facultades legislativas antes que vencer a su vecino, debe convencer, interceder... y, por qué no, ceder.
Contra
lo que puede suponerse, esto es positivo, siempre que no se exagere en el uso
de la fuerza de los votos. Ceder no solo por conceder, sino para recibir.
Un
Legislativo duro en otorgar las facultades obliga al Ejecutivo a prepararse mejor. Esta alta calificación en la defensa técnica y política del pedido de
facultades, obliga por su parte a los congresistas, a exigirse más frente al tercer espacio
en el que se dirimen finalmente todos los esfuerzos políticos: la opinión
pública.
El
Legislativo es consciente del límite que tiene su rol fiscalizador, reglamentarista
o procedimentalista, en el debate parlamentario. Pasarse de la raya puede
hacerlos ver como obstruccionistas.
De
manera que, en el fondo, los poderes del Estado vienen desplegando sus mejores
esfuerzos y en medio de tires y aflojes, declaraciones altisonantes o
reactivas, reclamando respeto o acusando la falta de él, Ejecutivo y
Legislativo compiten entre sí por la aprobación de la opinión pública.
Los
poderes del Estado están en pleno movimiento, activando la tensión y dinámica
propias de su expresión y peso político específico, para llegar a ese punto de equilibrio
y verdadero respeto que otorga el mecanismo constitucional de checks and balances (controles y contrapesos).
La
reciente encuesta del poder de IPSOS refleja lo intrincado que ha resultado la
madeja del poder: los primeros dos lugares lo encabezan los líderes del
Ejecutivo y Legislativo, el Presidente Pedro Pablo Kuczynski y Keiko Fujimori,
respectivamente. Tercero en la línea del poder, se ubica el Presidente del Consejo
de Ministros, Fernando Zavala y cuarto, la Presidenta del Congreso Luz Salgado.
Esto
indica que el poder no solo se parte y se reparte. También se respeta. El
pulseo ha comenzado. Veremos hasta cuando se mantienen las buenas formas.
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