16 julio, 2021

Moderación

La política ha pasado de un discurso violento a simplemente violencia. El auto del ministro de Salud es atacado por una turba de manifestantes del partido que perdió las elecciones. Horas después, la misma mesnada arremete contra periodistas que cubren los incidentes y luego enfilan su furia contra negocios privados en el centro de Lima. Del otro lado, un ciudadano vestido con la casaquilla de la selección nacional es molido a golpes y llevado de emergencia a una clínica local. 

 

Es la representación de la política tribal. Lo que vemos en las calles son grupos movilizados que pasan del discurso de odio a la acción. No aceptan el resultado de los acontecimientos. El discurso negacionista exacerba la ira de unos. La larga espera a otros. En el choque de ambas posiciones, el jugar con fuego, puede llevarnos al caos. Y la violencia podría deslegitimar el curso de las acciones.

 

¿Busca alguien generar un caos político y tirar por la borda este proceso electoral? Hay dos momentos que nos ayudarán a responder esta pregunta. La proclamación de resultados que deberá anunciar el JNE la próxima semana y la juramentación del nuevo presidente de la República el 28 de julio.

 

El presidente Francisco Sagasti ha admitido que las fuerzas policiales se han contenido en reprimir a los revoltosos, al punto que, en los últimos cinco meses, dijo, “solo se han usado dos bombas lacrimógenas”. Ergo, en adelante, se usarán más.

 

Es momento de llamar a la moderación. Y a la cordura. No debemos caer en excesos, sino actuar siempre con sensatez. En política, la moderación es un valor escaso, pero, por lo mismo, valioso. Corresponde a los líderes no solo llamar a la calma, sino practicarla. Vivir y actuar en equilibrio, con sobriedad y responsabilidad. La palabra y la acción deben mantenerse en armonía.

 

Si las masas no se desmovilizan, si no acatan responsablemente los resultados, si no pasan de la protesta a la propuesta, será difícil no llegar a la confrontación física, como hemos visto recientemente. No es fácil controlar la hybris, el exceso, el orgullo, la soberbia, el dolor. 

 

Pero en situaciones límite, como las que vivimos, se requiere que los políticos muestren la madera de la que están hechos. Que hagan uso de la templanza, la ecuanimidad y moderen su radicalismo y extremismo.

 

Se requiere valor para actuar con buen juicio y liderar a las masas al orden. La insensatez, en cambio, es moneda corriente y favorece la violencia. La transferencia del poder es ya demasiado turbulenta para seguir agitando las calles. En estos momentos difíciles, una sola cosa hay que pedirles a los políticos y a sus tribus: moderación.



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