05 septiembre, 2021

Andenes milenarios y presentes

 

Los cronistas españoles escribieron sobre el antiguo Perú basándose en leyendas y testimonios que recogieron de primera mano, pero también de sus propias observaciones en el terreno. El sistema de riego, compuesto por reservorios y canales muy bien trabajados, que se extendía por kilómetros sobre las faldas de los cerros para conducir el agua desde las partes altas; y la estructura de terrazas que se levantó sobre montañas para crear terreno agrícola, fueron dos aspectos de la ingeniería inca que los deslumbró, aunque, en verdad, ambas soluciones fueron introducidas por las diversas culturas que reinaron estas tierras en periodos anteriores.

 

Los moches construyeron, quizás, la más amplia red de canales que irrigaron las desérticas tierras del norte del país; mientras que los huari y los chancas encontraron solución para intervenir las montañas, rasgarlas, transportar tierra agrícola y formar las cadenas de andenes que en algunos casos podemos ver hasta hoy. Mucho se ha debatido sobre las razones por las que se abandonó esta práctica y si es necesario que el Estado promueva su recuperación, preservación y ampliación.

 

Se han esgrimido razones históricas, como el cambio de patrón de desarrollo de la minería en lugar de la agricultura; factores migratorios, climáticos, de organización social, de pobreza, entre otros, para explicar la pérdida de andenes en diversas regiones del país. Guamán Poma de Ayala anotó en sus crónicas el abandono de canales de regadío como la causa del abandono de los andenes.

 

Incluso el inventario que se hace de esta modalidad de técnica agrícola difiere. En 1986, el Ing. Luis Massón calculó que existían 1 millón de ha en andenes. Al año siguiente, el ONERN encontró 152,375 ha en cinco regiones. Y en 1995, el INRENA detectó 256,245 ha en ocho regiones. El 2013, un estudio del BID/INRENA indica la existencia de 340,719 ha en once regiones. El uso de mapas satelitales revela más bien que las cifras podrían estar subvaluadas y habría más andenes de los que hubiéramos imaginado, no solo en la sierra, sino en la costa y en la ceja de selva.

 

Es necesario seguir investigando y hacer un inventario a nivel de microcuencas para completar el mapa de andenes por cuencas y escalar así a nivel nacional. También es importante reconocer que los andenes responden a problemas actuales, como la escasez del agua producto del calentamiento global, por lo que resultan una solución adecuada para un territorio de montañas como el nuestro.

 

Cabe señalar que la tecnología de construir andenes en la montaña ha sido una solución que el hombre desarrolló en diversos puntos del planeta. En la sierra peruana, los andenes fueron usados en un primer momento para el cultivo de maíz. Estudios recientes indican que la introducción de nuevos cultivos como la cebada, alfalfa y habas, que también crecen en territorios planos, ha hecho que se dejen de usar andenes ubicados en laderas altas.

 

Lo que es evidente es que los andenes no pueden funcionar sin organización social. Se requiere de una gran mano de obra para conducir el agua, labrar la tierra de terraza, mantener los cultivos y cosechar luego los frutos. Con escasísimas excepciones, en los andenes no entra la fuerza animal ni la tracción mecánica. Es la energía humana la que permite su mantenimiento. El campesino andino sigue pegado a la tierra a la que le brinda su fuerza de trabajo en las condiciones más exigentes.

 

Pero como la andenería es una obra de ingeniería, fruto de la cultura, no se puede afirmar que esta solución se abandone o se pierda del todo. La cultura se crea y se recrea de manera permanente. Lo que se tiene que hacer es incorporar nuevos conceptos en su revalorización. Para empezar, nueva tecnología; luego reservorios y riego tecnificado; paneles solares, huaros, una nueva chaquitaclla mecánica-eléctrica; y conceptos de mercado para superar la agricultura familiar de subsistencia. En promedio, los peruanos consumimos 45 kilos de arroz al año versus 1.5 kilos de quinua en el mismo periodo de tiempo.

 

Los andenes se recuperarán solo si los pobladores que los usan encuentran beneficios personales, familiares y grupales, que pasan por disminuir los niveles de dependencia por consumo de energía humana, mejorar la productividad y acceder a mejores mercados. La población andina será la primera en conservar, construir o reconstruir andenes si es que estos corresponden a una necesidad actual; y si los proyectos de recuperación consideran la dinámica económica y social de los grupos humanos que los han de utilizar (Treacy, 1994c).

 

El sistema de andenes no solo debe verse como tierras de cultivo, también son estructuras de gestión del agua y de recarga del acuífero. El agua es el elemento articulador del territorio, a la que se debe sumar la tecnología y el mercado para mejorar la productividad y calidad de vida de los habitantes. Una posible salida, desde el Estado, es crear partidas específicas para las microcuencas, ejecutadas directamente por las comunidades campesinas a través de núcleos ejecutores.

 

Nos faltan investigaciones precisas sobre índices de radiación sobre los andenes a lo largo del año. Sabemos que en la agricultura de montaña solo existen dos estaciones: la época húmeda y la seca. También falta incidir sobre calidad y conservación del suelo, niveles de humedad y rol de los microorganismos, así como medir el nivel de energía humana que implica su trabajo y mantenimiento. Sabemos que diversas técnicas de cultivo y abono mejoran la productividad en los andenes. La papa rinde 242% más, el trigo 154% más y la cebolla 157% más (PNCSACH, 1988). El policultivo es mejor que el monocultivo. En andenes de San Pedro de Casta se encontró que abonar con compost rindió 25.4 t/ha, pero abonar con guano de cabra rindió 34 t/ha (E. Chillón, 1988).

 

La organización social de las comunidades es una de las fortalezas que tenemos como país, pero no debe vérselas con ojos bucólicos o compasivos del pasado, sino como grupos humanos diversos y heterogéneos, con pleno derecho a labrarse un futuro con su capacidad de trabajo y talento.

 

 

Fuente:

Seminarios y congresos organizados por el Centro Bartolomé de las Casas, 2020-2021.

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