12 septiembre, 2021

El fin de Abimael Guzmán

Cuando despertó, la bestia había desaparecido. En su lugar quedó el cuerpo frío y sin vida de un hombre anciano, atacado por una infección múltiple, con escaras en el cuerpo y en proceso de descomposición. 

 

Un ser mortal que por momentos se creyó inmortal; y que sus seguidores lo reverenciaban e iluminaban llamándolo la cuarta espada de la revolución mundial, al mismo nivel que Marx, Lenin y Mao.

 

De pensamiento ideológico binario —explotadores y explotados, línea negra y línea roja, revolucionarios o reaccionarios, leales o traidores, vida o muerte— insertó sus devaneos ideológicos en una amalgama de constructos y falacias a los que llamó “Pensamiento Gonzalo”.

 

Murió en su celda, cumpliendo la cadena perpetua que le impuso la justicia por sus crímenes de lesa humanidad. Más de 69 mil víctimas produjo esta visión apocalíptica de la historia, entre muertos y desaparecidos de las Fuerzas Armadas, Policía, autoridades políticas y civiles.

 

Siguiendo la táctica maoísta de lucha prolongada del campo a la ciudad, las actividades terroristas se iniciaron en las zonas rurales, desconcertando a las fuerzas del orden. Pronto, el país cayó en una vorágine de guerra sucia.

 

Hasta que se privilegió la inteligencia y se empezó a estudiar y conocer al enemigo. En cada incursión, cada arresto, cada interrogatorio, se obtenía una pieza más del rompecabezas. Y se iba armando el organigrama y mecanismo de funcionamiento de la maquinaria de guerra.

 

El centro del poder era la cabeza. Por fin, un 12 de setiembre de 1992, un destacamento del Grupo Especial de Inteligencia de la Policía Nacional del Perú lo descubrió escondido en una vivienda en San Borja y lo capturó con vida, dando una lección al país: la ley antes que la justicia por mano propia.

 

Desde entonces, el tiempo hizo lo suyo. Sendero Luminoso sufrió una contundente derrota militar, aunque la lucha subsiste en el campo ideológico.

 

Sus remanentes hoy son de dos tipos. Los que siguen el camino de las armas se han convertido en brazo armado del narcotráfico. Empero, sus seguidores ideológicos se han insertado en la arena política, en los sindicatos, en las organizaciones sociales y populares, disputando el poder en el propio campo democrático.

 

Alguna vez, refiriéndose a la masacre de Lucanamarca, dijo admitiendo la dirección y responsabilidad del horror: “Ni ellos ni nosotros la olvidamos. (...) ahí vieron una respuesta que no se imaginaron. Fue un golpe contundente para sofrenarlos. En algunas ocasiones, como esa, fue la propia Dirección Central la que planificó la acción”.

 

Abimael Guzmán ha muerto. Pero la lucha contra el tipo de pensamiento terminal, que pregonó y ejecutó, continúa.

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