27 enero, 2008

Ecos del Andahuaylazo

El “Andahuaylazo” del 2005 fue una operación político-militar destinada a provocar la vacancia del poder de Alejandro Toledo. Buscaba generar una respuesta violenta del gobierno a través de la intervención de las Fuerzas Armadas para motivar a su vez la intervención del Congreso y aprobar la remoción inmediata del presidente de la República por incapacidad moral.

El movimiento insurreccional de Antauro Humala estuvo -en varios momentos de esas difíciles horas vividas- a punto de lograr su cometido. Las Fuerzas Armadas estaban ya, armas en ristre, en posición de ataque, pero la decisión política fue negociar con los insubordinados, rescatar con vida a los rehenes y recuperar el Estado de Derecho, evitando un baño de sangre que hubiera dado a los enemigos políticos del régimen la excusa que buscaban para derrocar a Toledo.

La acción armada de Antauro, apoyada por su hermano Ollanta, presentó un plan político de tres puntos: renuncia del presidente de la República, instalación de una asamblea constituyente y adelanto de elecciones. Los políticos de entonces callaron en siete idiomas. En los primeros minutos de la incursión, algunos medios de comunicación sirivieron de cajas de resonancia de la asonada.

A las pocas horas de haber sido ocupada la Comisaría de Andahuaylas, Antauro Humala se comunicó con Radioprogramas del Perú. Por esta misma vía, Ollanta leyó un comunicado desde Seúl, Corea, en el que demandó la renuncia inmediata del presidente Toledo, su sucesión y su sometimiento a un juicio de residencia. En el comunicado Ollanta Humala hizo un llamado “a los reservistas a nivel nacional, en condiciones de actuar organizadamente en defensa de la población y por la recuperación de nuestras instituciones”.

Antauro al tomar conocimiento del comunicado de su hermano llamó a la insurrección general desde Andahuaylas. Sólo después de haberse enterado de la muerte de cuatro policías, Ollanta pidió a su hermano deponer las armas. Hubo medios que se negaron a leer los comunicados oficiales del Gobierno.

El Presidente convocó al Consejo del Estado para comunicar a todos los órganos su decisión de utilizar la fuerza para mantener el orden democrático. El presidente del Congreso Antero Flores Aráoz respaldó la propuesta.

La asonada humalista no obtuvo el respaldo ni de unidades militares ni de organizaciones civiles, políticas o institucionales. Antauro se quedó sólo con sus hombres y fue capturado al tercer día, en una hábil maniobra desplegada por el general Felix Murazzo, quien lo convenció para conversar y al final, por orden del Presidente de la República –vía telefónica, tras un tenso diálogo desde Salón Bolognesi en Palacio de Gobierno donde se congregó el comando general de operaciones-, lo detuvo con presencia del fiscal de turno respectivo.

Fue una operación limpia, que evitó más muerte de la que los humalistas provocaron. El comando militar se quedó con sus chalecos antibalas puestos y se logró que los rebeldes entregaran las armas en presencia de autoridades. La chispa que incendiara la pradera no prendió y el Presidente Toledo terminó su periodo de gobierno sin haber manchado sus manos de sangre, como se buscó con insistencia en la asonada de Andahuaylas, el primer día de enero de 2005.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y qué dirá ahora Ollanta? Se acordará que el 2005 esperaba cómo se resolviera el levantamiento de su hermano para tener un rol protagónico en la elección de la Asamblea Constituyente?
Lo que no entiendo es por qué lo enviaron como agregado militar a Seúl. ¿Fue Toledo o Paniagua?

Raul García Bobbio dijo...

No fue decisión de la politica de negociar con los insubordinados, fue un profesor de filosofía como mediador para indicarles que se entreguen.