07 febrero, 2009

Atentado a la fiscal: la hipótesis del tercero ausente

Todo tipo de hipótesis se han barajado en el atentado a la fiscal Echaíz.

Miembros de la mafia –empresarios torcidos, ex marinos- comprometidos en el chuponeo y los Petroaudios.

El narcotráfico vinculado a casos diversos que se ventilan en el Ministerio Público y Poder Judicial, entre ellos, el del alcalde de Pucalpa, Lunarejo y otros.

Delincuencia común, avezados delincuentes que roban autos del año para desmantelarlos y vender sus repuestos en el mercado negro.

Resquicios de la mafia fuji-montesinista que busca intimidar a la Fiscalía en general ad portas de la sentencia contra Fujimori.

Elementos del propio partido Aprista que pretenden que no se llegue al fondo del asunto, porque terminaría por descubrirse a la cúpula misma del poder.

Miembros encubiertos de La Marina de Guerra -con experiencia en posición ofensiva de tiro israelí- que tiene elementos activos y retirados metidos hasta en la sopa.

Gente alquilada por Petro Tech, empresa que contrató a Bussines Track para realizar algunos servicios y que acaba de ser vendida por 900 millones de dólares en Estados Unidos.

Pero –desde mi punto de vista–, la más apasionante y terrorífica es la que sostiene hoy en El Comercio el ex procurador anticorrupción, César Azabache.

El autor propone a un tercero ausente en la escena del crimen que profiere –con el atentado– una amenaza firme para otro igualmente ausente que queda notificado de la decisión de quien realiza o dispone el ataque.

“El autor quiere, sin duda, provocar miedo…. Pero no se identifica. El ataque sería entonces inútil. Salvo que, en el extremo de la perversión, el verdadero amenazado no sea la víctima del ataque, sino alguien, no presente en la escena, a quien se ha advertido antes que el autor es capaz hasta de hacer una cosa así”.

“Ese tercero, que sabe quién ordena el ataque, lo contempla en silencio, como una pura y simple señal de poder, y contempla luego el modo en que se cierra el círculo de impunidad sobre el hecho, confirmando el poder del autor”.

¿Quién podría ser ese tercero ausente que contempla en silencio el ataque y siente la mano firme de su enemigo y hasta donde está dispuesto a llegar?

¿Quién observa -cómo en un juego de títeres perverso-, el ir i venir de los personajes, trémulas marionetas de trapo, piezas intercambiables de ajedrez, fichas que se comen y se dejan comer en el azaroso y pernicioso juego invisible del verdadero poder?

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