23 septiembre, 2011

La televisión, los titulares y el humor presidencial

La televisión aumenta el volumen de las cosas. Es un fenómeno óptico derivado del formato desproporcionado 4:3 (horizontal/vertical) que tiene la pantalla. La gente se ve “gorda”, con unos “kilitos de más”. Pero ese es sólo el aspecto más frívolo. El efecto más urticante que tiene la pantalla es que distorsiona, amplifica, los estados emocionales de las personas.

En ese aspecto, la televisión tiene un tremendo poder en la comunicación gestual. Si estamos cansados, luciremos terriblemente agotados; si estamos ligeramente fastidiados nos veremos terriblemente molestos; si solo pestañeamos o desviamos un segundo la mirada, daremos la sensación de estar desorientados o completamente perdidos.

De manera que si una persona está cansada, molesta, no ha dormido bien, o no tiene claro qué quiere comunicar, mejor que no aparezca en pantalla. Y menos sentado frente a un entrevistador de una de las cadenas más importantes del mundo hispano en Estados Unidos.

Lo opuesto también es cierto. Una mueca amable potencia la receptividad ante cámaras; un tono seguro en la dicción, mejora la comprensión del mensaje; una mirada limpia, relajada, firme, potencia la confianza en el emisor. La pantalla, en este caso, es una ventaja. Y bienaventurados los que naturalmente tienen, además, esa magia llamada telegenia.

La fallida entrevista en Univisión del presidente Ollanta Humala es un buen ejemplo del poder de penetración que tiene la pantalla. Sin entrar al tema de fondo sobre la reelección que el propio presidente Humala aclaró más tarde en su Twitter -“Ni un día más. Mi juramento con el Perú ya la democracia lo es: no a la reelección”-, fue una pésima aparición en televisión.

Lució no sólo cansado, sino de muy mal humor, sin capacidad de aguante, ni reflejos para responder breve, claro y contundentemente, una pregunta por demás genuina y sin mala intención. "Probablemente, la reacción del presidente hacia ese periodista se deba al cansancio del viaje", dijo luego el Presidente del Consejo de Ministros, Salomón Lerner, a manera de explicación.

Puede ser. Pero no hay excusa. Era su primer viaje oficial fuera del país. Estaba ante una cadena televisiva importante del mundo. El Presidente no podía desaprovechar o mal utilizar un espacio tan importante de esa manera. “Puede ser por cansancio, ingenuidad, falta de experiencia o mal manejo de los medios”, escribió el periodista Jorge Ramos en su blog relatando su experiencia al entrevistar al presidente peruano.

Sin embargo, me atrevo a sostener que más que eso, fue la actitud a la defensiva con que el presidente Humala enfrentó la entrevista. La respuesta que le dio al entrevistador antes de la despedida puede ayudar a entender la mala experiencia: “Seguramente esa podría ser una respuesta que le daría titulares, y yo no estoy para dar titulares”, le dijo ante la insistencia del periodista por obtener una respuesta que confirme su no reelección.

Aquí sí, con todo respeto, se equivoca, señor Presidente. Si acepta una entrevista es para comunicar mensajes. Y estos se expresan mejor en titulares. De manera que una entrevista –bien trabajada y encarada– es precisamente para colocar titulares o “Sound Bytes”. Cuando no se logra, gana el periodista, quien coloca sus propios titulares… que, como vemos, no son los que más nos gustan.

POSTDATA: Había terminado de escrbir este post cuando el presidente Humala decidió dar una entrevista a CNN. Fue un hombre nuevo. Lució relajado, de buen talante, y hasta sonrió. Respondió todas las preguntas y no se molestó cuando le preguntaron por el incidente con Univisión. Esa es la forma de asumir una entrevista. ¿Vio presidente que no es difícil? Es sólo cuestión de entrenamiento, concetración y saber lo que se quiere decir. Si a eso le añade una sonrisita, la cosa sale suave, tranqui, sin sobresaltos.

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