LADO A:
Todos somos iguales ante la ley, reza el dicho. También ante los
ojos de Dios, reza la Iglesia.
La ley es obra del hombre.
La religión -para quienes creen en Dios- es su palabra. Para los que
no creen, es proyección del pensamiento humano.
De cualquier modo, el hombre, por inspiración divina o propia, es
igual ante la ley y ante Dios.
No cabe, en consecuencia, discriminación alguna por razones políticas,
económicas, sociales o religiosas.
Por juicios como este se abolió la esclavitud, el apertheid o los campos
de concentración.
¿Puede mantenerse un grupo humano al margen de ciertos derechos
civiles que rigen para otros? ¿Tienen las parejas homosexuales los mismos
derechos que las parejas heterosexuales? ¿Deberían tenerlo?
La lucha por la Unión Civil es un derecho de minorías. En tanto
seres humanos, tienen derecho a buscar su felicidad. El único requisito para
ello es que su derecho no vulnere los derechos de otros.
La felicidad debiera ser el primero de todos los derechos. Para
todos.
LADO B:
Las parejas del mismo sexo tienen derecho a la felicidad. Esa es una
verdad inobjetable.
También lo es que la humanidad solo prevalecerá si se mantienen los
sexos opuestos.
No dudo del amor, cariño, o sentimientos puros, entre hombres con
hombres y mujeres con mujeres.
Pero, el hombre, en su igualdad natural y social, es diverso y
único. Siendo igual a cualquiera de sus congéneres, es diferente y
complementario por naturaleza.
La lógica para que esto sea así es que la especie no sobreviviría si
todos fueran hombres-hombres o mujeres-mujeres.
El sexo opuesto es una de las manifestaciones de esta diferencia,
necesaria para mantener la vida.
Los sexos opuestos se complementan y aseguran la continuidad de la
especie. Ir a contracorriente de esta manifestación de la naturaleza sería
suicida.
En el mundo animal -que vive en estado de naturaleza-, cuando falta
uno de los roles que asegure la continuidad, alguno de los miembros cambia de
sexo para procrear.
El cambio de sexo existe, pero como excepción. Y sólo para preservar
la especie. No es la regla. No podría serlo si proyectamos la situación. Un
mundo de parejas del mismo sexo sería inviable.
CONCLUSION:
El hombre dejó de vivir en estado de naturaleza, para vivir en
sociedad. Al hacerlo, dictó la ley. Y la ley señala que todos somos iguales ante
ella. La Unión Civil homosexual no perturba la sobrevivencia de la especie.
Solo protege derechos civiles que ya tienen las parejas heterosexuales. Y no
lesiona los derechos de otros.
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