28 enero, 2015

Hijos del crecimiento



Ningún partido político puede atribuirse la paternidad de la derogatoria del Regimen Laboral Juvenil. Su éxito pertenece a los jóvenes de diversos estratos sociales, estudiantes universitarios, la mayoría, que decidieron hacer política en las calles y que se nuclearon sin primacías ideológicas o dogmas partidarios, sino por la defensa de un principio básico como es la igualdad de derechos.

De hecho, las banderas políticas fueron arriadas por identidades más generales tipo batucadas y cuando un partido las hizo flamear en primera línea fue para provocar a la policía y polarizar la lucha, cosa que consiguieron a medias, pero que los jóvenes identificaron y aislaron rápidamente.

Estos jóvenes son nuevos jóvenes. Son una generación formada por hombres y mujeres entre 20 y 25 años de edad en promedio; hijos del crecimiento económico logrado en las recientes dos décadas y media. Son hijos también de la democracia recuperada. Aprendían a caminar cuando Fujimori dio el autogolpe. No tomaron Leche Enci, ni fueron a fiestas de año nuevo con "generador propio". ¡Cursaban la primaria cuando se realizó la Marcha de los Cuatro Suyos!

Son jóvenes de una sociedad más integrada que la generación de sus padres, con una autoestima más elevada y menos ideologizados. Mucho más pragmáticos y globales. Integrados a un mundo veloz que se reproducen casi rápido como la tecnología. Son hijos del Internet y las redes sociales.

Sus identidades son extra partido. Aunque muchos de ellos responden a grupos políticos, sus identidades en la calle son mucho más amplia. Se agrupan por identidades territoriales, barriales, o grupales de diverso tipo: culturales, deportivas, sociales, gremiales, estudiantiles.

No hay aquí conciencia de clase. Hay diversas clases de conciencia. En ese aspecto, rescatan su individualidad, pero no llegan a ser individualistas. Se agrupan, se asocian, buscan congregarse, sumarse, adherirse. Podrían llamarse colectivistas libertarios.

La derogatoria de la Ley 30288 es el primer paso. Eliminar la #LeyPulpin no resuelve el problema de 2 millones de jóvenes que viven de un empleo precario. El tiempo dirá si el colectivo juvenil puede dar el salto de pasar de la protesta a la propuesta. Los jóvenes que pertenecen a partidos políticos, sin duda, harán su trabajo en ese sentido.

El éxito del primer movimiento juvenil del siglo XXI no es solo haberse tirado abajo la ley; sino colocar el tema de la calidad del empleo en la agenda política. Si el país está en crecimiento, no es posible que lo haga sobre puestos de trabajo con derechos sociales recortados. El empleo juvenil tiene desde ahora un espacio ganado en las plataformas partidarias. Los candidatos a la presidencia no pueden dejar de hablar de este tema en la próxima campaña.

El gobierno no supo leer esta nueva identidad juvenil. Ni supo reaccionar a tiempo cuando pudo hacerlo. Jugó al todo o nada y perdió. El costo ha sido muy alto. No sabemos aún si los jóvenes podrán seguir avanzando en organización e identidad programática. Para empezar no tienen una instancia institucional que los congregue y represente. El Consejo Nacional de la Juventud que pudo ser ese foro orgánico, no existe. Desde el gobierno aprista es una oficina disminuida, perdida en el frondoso árbol administrativo de la PCM. Devolverle su autonomía podría ser un primer paso del gobierno para recuperarse del tropezón.

El tiempo dirá si estas voces múltiples se terminan de nuclear en algo nuevo o si esta forma de asumir las defensa de sus derechos en democracia, solo fue una fresca brisa de verano. Las primeras voces post derogatoria proponen revisar, ordenar, rehacer y unificar todos los regímenes laborales existentes en el país. Es la hoja de ruta. Hacia eso tenemos que llegar. La saga del cambio recién empieza.

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Publicado en Diario 16 el 28 de enero de 2015.






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