Confirmada
la posición del gobierno de NO presentar la Cuestión de Confianza en la censura
al ministro de Educación Jaime Saavedra, solo quedan dos caminos viables para resolver
esta crisis.
1)
El gobierno le pide la renuncia al ministro y evita el tránsito bochornoso de
que el Congreso lo censure.
2) El
gobierno deja que el Congreso lo censure y que asuma ante la opinión pública la
consecuencia política de esta acción.
Todo
indica que el gobierno seguirá esta segunda opción y deberá buscar un reemplazo. El ministro será
censurado por el Congreso. La consecuencia inmediata será que el Ejecutivo quedará debilitado. Pero puede que logre su cometido de cargarle al fujimorismo el costo político de su decisión.
La
frase del presidente Kuczynski en Arequipa "No quiero confrontación (con
el Congreso), pero tampoco quiero que me chanquen", suena más a un pedido
de un cuarto intermedio, un toque de campana que lo salve, antes que una
advertencia en señal de poder.
Por otro lado, la
propuesta de reunir a Keiko y Pedro Pablo para acordar un pacto sobre
reformas puntuales o sobre políticas públicas o incluso acordar una especie de
cogobierno –siendo teóricamente posible y políticamente deseable por el
establishment–, ha sido desairada por el vocero de Fuerza Popular, el
congresista Galarreta.
El
fujimorismo no quiere un acuerdo en las alturas. Tampoco quiere compartir el
poder. Reclama el poder que considera suyo a través de la fuerza mayoritaria de
los votos que tiene en el Congreso.
Este
es el nudo gordiano de la relación Ejecutivo-Legislativo.
Ampliar la base del gobierno, construir una alianza que reequilibre las fuerzas políticas, es un imperativo para el gobierno. El otro camino es pactar. Pero esto requiere la voluntad de dos.
Ampliar la base del gobierno, construir una alianza que reequilibre las fuerzas políticas, es un imperativo para el gobierno. El otro camino es pactar. Pero esto requiere la voluntad de dos.
La
gobernabilidad pasa por un equilibrio de poderes. El otro factor es la opinión pública. Sumar fuerzas y ganar la calle ayudará a emparejar la balanza. Dejar que el Congreso desequilibre las decisiones de gobierno es un juego peligroso.
Pueden ir por más. Y eso no sería compartir el poder, sino partirlo. Estamos
todos avisados.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario