24 diciembre, 2016

Diálogo y sinceramiento económico

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El diálogo iniciado por el presidente Pedro Pablo Kuczynski y la lideresa opositora que controla el Congreso, Keiko Fujimori, es positivo para la salud política del país. Aun cuando la intermediación y la puesta en escena –con monseñor Cipriani–, no hayan sido la mejor, lo importante es que se retomó la comunicación directa entre quienes el pueblo decidió repartir el poder.

Es igualmente importante el llamado al diálogo con las restantes fuerzas políticas, las reuniones con las bancadas del Congreso y la próxima convocatoria al Acuerdo Nacional. El diálogo por definición involucra a todos.

Con estos contactos iniciales podemos decir que el gobierno superó la crisis y retomó la iniciativa política que, sin duda, lo ayudará a salir del estado de debilidad y sometimiento en que lo dejó la censura al ministro de Educación Jaime Saavedra.

El trabajo ahora es ordenar nuevamente la agenda, priorizar y consensuar los temas. Pero sobre todo, sincerar cifras y establecer escenarios realistas sobre los cuales se moverán los acuerdos. En ese camino, ¿debe presentar el gobierno una agenda legislativa para implementar reformas o debe primero informar la real situación que nos espera a los peruanos el 2017 y acordar los mecanismos necesarios para hacerle frente?

El premier ha anunciado temas como la lucha contra la corrupción, seguridad ciudadana y formalización. Todos importantes, por cierto, pero similares a los esbozados  en la primera ronda de diálogo que inició en julio para solicitar el apoyo de las fuerzas políticas a la investidura del gabinete ministerial.

Sin embargo, un tema que debe estar sobre el tablero de toda conversación es el panorama económico del 2017. Creemos que es fundamental que los ministros de Economía y de Agricultura sinceren primero las perspectivas del país en ambos sectores. Así como se sanea la salud política del país, es importante también encarar la salud económica.

Algunas preguntas que debiera tener claro el gobierno al momento de sentarse a conversar: ¿Se reducirá el IGV uno, dos o tres puntos como se había prometido? ¿Responderá la caja fiscal a los nuevos dispositivos tributarios aprobados? ¿Qué impacto tendrá la sequía en la producción de alimentos? ¿Se necesitará importar alimentos, se disparará el precio de estos, rebrotará la inflación?

Si no abordamos estos temas y sobre todo, si no se toman las previsiones para paliar sus consecuencias, cualquier debate en torno a reformas institucionales, modificaciones constitucionales o aspectos meramente legales, no serán respaldados por la calle que buscará soluciones directas e inmediatas a sus necesidades.

Bien sabemos que cuando se reducen los ingresos del Estado y la plata no alcanza para asumir emergencias,  aumentan la presión política, las protestas sociales y las demandas ciudadanas en general. Todo ello genera a su vez un agudo estrés sobre el sistema democrático. El diálogo está muy bien, pero debe ir acompañado de un sinceramiento económico. Y de soluciones realistas para asumir los costos, cualquiera que estos sean. En esto sí, se necesita el esfuerzo y la compresión de todos.

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