El diálogo iniciado
por el presidente Pedro Pablo Kuczynski y la lideresa opositora que controla el
Congreso, Keiko Fujimori, es positivo para la salud política del país. Aun cuando la
intermediación y la puesta en escena –con monseñor Cipriani–, no hayan sido la
mejor, lo importante es que se retomó la comunicación directa entre quienes el
pueblo decidió repartir el poder.
Es igualmente
importante el llamado al diálogo con las restantes fuerzas políticas, las
reuniones con las bancadas del Congreso y la próxima convocatoria al Acuerdo
Nacional. El diálogo por definición involucra a todos.
Con estos contactos
iniciales podemos decir que el gobierno superó la crisis y retomó la
iniciativa política que, sin duda, lo ayudará a salir del estado de debilidad
y sometimiento en que lo dejó la censura al ministro de Educación Jaime Saavedra.
El trabajo ahora es
ordenar nuevamente la agenda, priorizar y consensuar los temas. Pero sobre
todo, sincerar cifras y establecer escenarios realistas sobre los cuales se
moverán los acuerdos. En ese camino, ¿debe
presentar el gobierno una agenda legislativa para implementar reformas o debe
primero informar la real situación que nos espera a los peruanos el 2017 y
acordar los mecanismos necesarios para hacerle frente?
El premier ha
anunciado temas como la lucha contra la corrupción, seguridad ciudadana y
formalización. Todos importantes, por cierto, pero similares a los esbozados en la primera ronda de diálogo que inició en
julio para solicitar el apoyo de las fuerzas políticas a la investidura del
gabinete ministerial.
Sin embargo, un
tema que debe estar sobre el tablero de toda conversación es el panorama
económico del 2017. Creemos que es fundamental que los ministros de Economía y
de Agricultura sinceren primero las perspectivas del país en ambos sectores. Así como se sanea la salud política del país, es importante también encarar la salud económica.
Algunas preguntas
que debiera tener claro el gobierno al momento de sentarse a conversar: ¿Se
reducirá el IGV uno, dos o tres puntos como se había prometido? ¿Responderá la
caja fiscal a los nuevos dispositivos tributarios aprobados? ¿Qué impacto
tendrá la sequía en la producción de alimentos? ¿Se necesitará importar
alimentos, se disparará el precio de estos, rebrotará la inflación?
Si no abordamos
estos temas y sobre todo, si no se toman las previsiones para paliar sus
consecuencias, cualquier debate en torno a reformas institucionales,
modificaciones constitucionales o aspectos meramente legales, no serán
respaldados por la calle que buscará soluciones directas e inmediatas a sus
necesidades.
Bien sabemos que cuando
se reducen los ingresos del Estado y la plata no alcanza para asumir
emergencias, aumentan la presión
política, las protestas sociales y las demandas ciudadanas en general. Todo
ello genera a su vez un agudo estrés sobre el sistema democrático. El diálogo
está muy bien, pero debe ir acompañado de un sinceramiento económico. Y de
soluciones realistas para asumir los costos, cualquiera que estos sean. En esto
sí, se necesita el esfuerzo y la compresión de todos.
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